miércoles, 10 de abril de 2013

Vídeos sobre las primeras Ferias

La página en facebook "El baúl de los recuerdos", ha publicado dos vídeos que corresponden: uno a la tercera Feria Nacional celebrada en las Escuelas Nacionales de Padre Manjón y rodado por la revista NODO; el otro, correspondiente a la Feria Internacional del año 1974, ya en los pabellones de la Avenida de Chapí.
Por el interés que despiertan a los seguidores y amantes de la industria del calzado en la antigüedad, creemos merece la pena reproducirlos.

 3ª Feria Nacional en las Escuelas Nuevas



Feria Internacional del Calzado de 1974



lunes, 8 de abril de 2013

Mi amistad con Luís García Berlanga




Cuando Luis García Berlanga, en el año 1999, entró a formar parte de la vida del Museo del Calzado, se iniciaba una singladura que supondría un tiempo de florecimiento para el Museo y una experiencia personal inolvidable.

A raíz de una carta, casi impersonal, en la que se solicitaba calzados de algunos personajes famosos, la inclusión de Berlanga en esa relación, iba a traer aparejado la entrega total y absoluta del cineasta, a favor de nuestra causa, la causa del Museo del Calzado, y con ella, un apoyo indiscutible a la industria del calzado en general y al zapato eldense en particular, a través del Museo de nuestra ciudad.

Un buen día sonó el teléfono en mi despacho del Museo y una voz femenina me anunciaba que se iba a poner Luis García Berlanga, pregunté si se trataba del famoso director de cine y su secretaría me confirmó que efectivamente era él mismo que quería hablar con el director; sus primeras palabras me sonaron un poco agresivas, pero con el tiempo esa era la forma con que nuestro querido amigo trataba sus temas preferidos, vino a decir más o menos que ¿Cómo habíamos creado un Museo del Calzado sin que él tuviese conocimiento?, aquello me sorprendió, ya que conocía muy poco de su afición por el calzado y su pasión fetichista por la simbología que representaba el calzado de mujer y especialmente, el de tacón de aguja. Le expliqué un poco por encima como habíamos llegado a ese momento de mediados del año 1999 y que ese Museo existía desde el año 1992, aunque en un lugar más modesto; me insistió en conocerlo y quiso saber más sobre el contenido del Museo; los zapatos expuestos, si había o no bibliografía y todo lo demás….; como la explicación se alargaba demasiado (Berlanga era un gran conversador y cuando hablaba de lo que le importaba nunca tenía fin); le propuse, para explicarle mejor los detalles de este Museo, viajar a Madrid y allí concertar una visita para recibirlo en Elda y que comprobase por él mismo, lo que le parecía increíble sin su intervención. Antes del viaje a la capital de España, tuve varias llamadas recíprocas, que eran interminables, unas veces me llamaba él y otras era yo el que solicitaba su atención, la cuestión es que llegamos a conocernos, pero sin habernos visto físicamente, él me pidió que le tutease y hacía lo mismo desde el primer día en que entró en contacto con nosotros.


El teléfono fue el medio empleado para empezar a trazar las líneas de actuación que, con su intervención, empezaríamos a organizar; lo primero era crear un premio para una mujer que calzase con elegancia, los zapatos de tacón de aguja que tanto le gustaban, pero para eso necesitábamos a alguien que pusiese los medios y eso era una labor mía; durante un tiempo estuve pensando quien podría asumir el coste de ese posible premio y los gastos que de él se derivasen; hablé con Joaquín Planelles, gerente de Textilín S.L., quizás más como amigo que como colaborador, pero la idea le pareció estupenda y se ofreció para financiar ese premio si Berlanga estaba en él, tal fue su entusiasmo que en una posterior conversación con Luis  le dije que ya teníamos a la persona indicada y quedé en que en esa, mi primera visita para conocerle personalmente, Joaquín me acompañaría.; así fue, juntos nos presentamos en un restaurante situado en la Casas de Campo de Madrid, para conocer al cineasta y plasmar lo que sería nuestro concurso y su participación.

Primera visita a Madrid para conocer a Luis García Berlanga

A mediados de 1999, llegamos al sitio acordado y nos vimos por primera vez las caras, como es natural, yo ya lo conocía y traté de documentarme sobre su vida y su obra, mi impresión es como si le conociese de toda la vida; ese día se inició una amistad que dejó una profunda huella en mí, como explicaré más a adelante, pero que suponía un impulso importante para el Museo y nuestro calzado. En el transcurso de nuestra primer comida, que resultó ser una comida de trabajo, hablamos de todo, especialmente del Museo, traté de describirle como se creó, como se consiguieron los estímulos y el dinero de la Generalitat para hacer semejante inversión en edificio, como se consiguieron la vitrinas, sin tener un duro (entonces todavía regía la peseta), como se realizó el proyecto museológico, quienes trabajaban en el Museo y muchos otros aspectos que iban despejando sus dudas.





Premio a la mujer mejor calzada de España

En esa primera visita ya se puso sobre la mesa alguna de las ideas para que el premio llegase a feliz término, la presencia de Joaquín avalaba la viabilidad del proyecto; conforme hablábamos, Luis iba interesándose más y más con el Museo de Elda, la tarde se hizo corta y casi pasadas las siete, nos despedimos para regresar a Elda, no sin antes quedar para ir puliendo las bases del premio y la visita que tendría que realizar a Elda para conocer el Museo y la ciudad, en la que ya estuvo en el pasado, con motivo de haber pronunciado un pregón de fiestas de Moros y Cristianos, que para él no tenía muy buen recuerdo, porque estaba convencido que la improvisación del discurso no resultó lo bien que le hubiese gustado quedar, a lo que le contesté que su sola presencia en nuestra más popular fiesta, era bastante para que en sí mismo fuese un éxito.


La primera visita de Berlanga al Museo

En el invierno de ese mismo año, 1999, Luis llegó a Elda, vinimos desde el aeropuerto, donde fui a recibirlo y en el viaje le propuse visitar también una fábrica de calzados que había en el centro de la ciudad y que fabricaba zapatos para “drakuin”, allí vería calzados que se salían de lo normal y estaban destinados a ese tipo de personajes y espectáculos, le pareció muy buena idea porque este calzado tenían una connotación, también erótica, y estaban dentro de sus preferencias. La visita al Museo del Calzado fue, además de muy esperada, espectacular, le explique prácticamente todo y él lo escucho con sumo agrado, preguntando de donde había llegado este o aquel tipo de calzado o herramienta. Una visita en la que disfruté porque veía que el visitante también estaba pasándolo bien; pero al término y tras firmar en el libro de honor, vino mi primera sorpresa, le habíamos preparado una foto suya para que la dedicase (la foto la debimos sacar de alguna revista o quizás de Internet, no recuerdo), pero Berlanga, cogió la foto y no solo la dedicó, sino que dibujó a bolígrafo, entre sus manos, un espléndido zapato negro de tacón de aguja.

La formación del jurado

Había que poner en marcha el jurado del premio y para eso necesitábamos que Berlanga se moviese tratando de invitar a personajes de su entorno, así estuvimos varios días hablando por teléfono y él me decía que en los actos a los que asistía, la idea era siempre bien recibida, así que las personas que debían componer el jurado estarían dispuestas cuando las necesitáramos, no obstante, insistí en la necesidad de hacer público los nombres de aquellos que se fueran integrando en el jurado….un día me llamó Luís para decirme que tomase nota, personajes en firme: Mario Vargas Llosa, con el que había hablado personalmente y estaba dispuesto a formas jurado (más tarde cuando se fue a fallar el primer premio, Vargas estaba fuera de España y no pudo asistir), también se propuso a la periodista del país Maruja Torres (que al final tampoco se integraría) y a Concha Velasco (que era su gran amiga y actriz preferida); le comenté que él debía presidir ese jurado, a lo que en principio no puso pegas, pero una llamada, pasados unos días, me anunció que había encontrado una persona que podía presidir el jurado mejor que él mismo; la princesa Tessa de Baviera que es muy simpática, extrovertida y le hacía ilusión, me desplacé a Madrid y allí me presentó a Tessa, con la cual fue muy sencillo hacerme amigo, ya que fuera de encontrar a una mujer de la nobleza, algo distante, encontré a una señora simpatiquísima que me brindó su amistad desde el primer momento.


Elección de la mejor calzada

Acudimos a Madrid a fallar el primer premio a la mejor calzada y allí esperaba, Concha Velasco, Luís, Tessa y los demás estaban ausentes, se propuso el nombre de Lourdes Ventura, una mujer que formaba parte de la nueva intelectualidad española, escritora y reconocida en los círculos literarios. Se falló el primer premio y se le concedió a la Infanta Elena, había estado recientemente en Elda, en la inauguración del Museo y que calzaba unos zapatos exquisitos en tafilete y seda marrones, en principio la Infanta aceptó (la gestión se le encomendó a Tessa), sin embargo poco tiempo después la Casa Real desestimó la idea y tuvimos que contactar con otro personaje del momento para que aceptase el premio, sería Ana Rosa Quintana periodista y presentadora de Televisión.






Premio periodístico Luís García Berlanga

Dentro de esos contactos que ya se realizaban con cierta frecuencia, se propuso hacer un concurso periodístico exaltando el zapato de mujer, ese premio, en principio de carácter internacional, debía estar publicado en cualquier medio, el jurado sería el mismo que el de la mujer mejor calzada, pero la presidencia, esta vez la aceptó Berlanga y el premio también estaría asumido económicamente por Textilín. Un tiempo después se uniría al jurado, Antonio Porpetta y muchos más tarde también el que fuera Secretario de Estado de Cultura y Director de la Biblioteca Nacional, Luís Alberto de Cuenca.
En esa primera ocasión el premio recayó en el escritor Juan Manuel de Prada, que es escritor, crítico literario y articulista; pero después vendrían otros personajes no menos conocidos y excelentes escritores: Fernando Sáchez Dragó, que incluye en su página web, entre otras, las siguientes frases fechadas en Julio de 2005: "La ministra de Cultura, Carmen Calvo, quien abogó hoy en Elda por el calzado español como producto de 'belleza y moda', al margen de objeto de uso cotidiano, entregó hoy al escritor Fernando Sánchez Dragó el premio del concurso de trabajos periodísticos sobre zapato femenino 'Luis García Berlanga"; o Antonio Gómez Rufo, escritor, biógrafo de Luis García Berlanga y co-guionista de la película “París-Tombuctú”, entre muchos otros.



Mis encuentros con Berlanga en Madrid

A partir del año 1999 las visitas a Madrid  con motivo de las Ferias del Sector o simplemente por cuestiones personales, siempre empezaban o acababan con una visita a Luis García Berlanga, él tenía unas oficinas en la calle Gaztambide, en uno de los pisos de un edificio clásico de la ciudad, donde con una secretaría, concentraba sus proyectos y canalizaba su trabajo. Era una casa de techos altos con puertas enormes y tarima de madera, de las muchas que abundan en esa parte límite del llamado "Madrid de los Borbones"; su mesa y sus estanterías estaban llenos de recuerdos, galardones, placas y pergaminos; allí hemos pasado muchas horas hablando de zapatos, del Museo y de nuestros proyectos; después a la hora de comer, salíamos a una pizzería que había enfrente y en una discreta mesa, comíamos algo, entre algún que otro chascarrillo de los que a Luís le gustaba comentar.

En las Ferias del Modacalzado, en Marzo y Septiembre, pasaba a por Berlanga y juntos íbamos a la inauguración de las Ferias, allí visitaba los stands de los fabricantes que calzaban a “La mejor calzada”. El cariño que sentía la gente por Luis era evidente en todos los lugares públicos a los que le acompañaba, recuerdo muchos momentos en los que, con gran paciencia, atendía a los piropos que muchas personas le dedicaba, o firmaba en los lugares más inesperados sus dedicatorias o autógrafos: manteles, servilletas, sombreros…y naturalmente alguna foto o lámina; ese cariño y respeto me sorprendió un día en una cena en el Hotel Wellington de la capital, estábamos cenando en un lugar discreto, con Tessa, su esposa Maria Jesús, mi mujer y un matrimonio amigo, y se acercó a la mesa el entonces alcalde de Madrid; Alberto Ruíz-Gallardón, se fundieron en un abrazo y Luís nos fue presentado a cada uno de sus acompañantes, por cierto, allí mismo en unos minutos le habló del gran Museo de calzados que había en Elda y en el que él mismo estaba colaborando.

Otro día, con motivo de la inolvidable exposición que hicimos en el Palacio de Bellas Artes de Madrid, patrocinada por la firma Hispanitas, Berlanga acudió acompañado de Concha Velasco y asistieron a la “llamada” varios personajes de las artes y de la cultura de la capital, entre ellas recuerdo a Sara Varas, entre otros ilustres y afamados personajes.

Las visitas a Gaztambide ya eran constantes y entre visita y visita, cuando pasaban varios días sin comunicar con su teléfono, Luis me llamaba solamente para contarme alguna cuestión personal, relacionada con su trabajo o con su ajetreada actividad diaria, muchas veces he pensado que aquel hombre que me brindaba su amistad de esa forma, demostraba una enorme generosidad al darme ese trato y por mi parte prestaba la máxima atención a cualquiera de sus sugerencias.

Los viajes a Alicante

Cuando le nombraron gerente de la Ciudad de la Luz (en construcción), sus viajes a Alicante eran muy frecuentes y allí, cuando acababa sus jornadas de trabajo, primero en el Hotel Meliá y después en el Amérigo, me llamaba para que le acompañase los últimos momentos de su estancia, ya libre de trabajo. Mi mujer y yo acudíamos a por él y juntos nos marchábamos a recorrer parte de las zonas más interesantes de la provincia: Campello, Benidorm, Guadalés, Campoamor, Cabo Roig o Torrevieja, siempre haciendo tiempo hasta que saliese su vuelo hacia Madrid. Luís me contó sus proyectos (entre ellos Paris Tombuctú). Una mañana llamó desde su habitación para decirme que estaba algo mareado y que al bajar al hall del hotel en el que se alojaba, algunas personas le rodeaban y le saludaban, con la natural buena intención,  me decía que cuando viajaba con su esposa y se producían estas manifestaciones de cariño, que no siempre soportaba, ella sabía muy bien como alejarlas con buenos modales y buenas palabras, pero ahora al viajar solo, eso le mareaba, me pedía si podía ir a recogerle para sacarlo de ese ambiente; así llegábamos a media mañana y nos despedíamos del hotel, tras una horchata en Peret (le encantaba el sitio y la horchata), nos perdíamos por esas carreteras. Recuerdo que tras uno de esos viajes, Luis estaba muy agradecido a la paciencia, sobretodo de mi esposa, cosa que ella lo hacía encantada; le quiso regalar algo en prueba de reconocimiento y entramos en una librería, tras elegir un libro y dedicárselo, le preguntó a una señorita que había allí: “Señorita, tiene algún libro erótico”, esta chica se sofocó y sin reconocerlo le contestó, “Caballero, en esta tienda no vendemos esas cosas”. Con una sonrisa y mucha paciencia, Luis le explicó a aquella señorita lo que era el erotismo y lo poco de inmoral o maligno que había en ello ………


Las visitas a la radio

Berlanga tenía un espacio fijo los sábados sobre las cinco de la tarde en Radio Nacional de España, en esa hora que estaba frente al micrófono, hablaba y hablaba de sus películas, su trabajo, o su vida, que por cierto seguía mucha gente que llamaban a la emisora. Algunas tardes, en Madrid o cuando le cogía en Alicante, le acompañaba y me sentaba a su lado como testigo mudo, disfrutando de sus historias, pero un día me sorprendió porque habló del Museo del Calzado y me dio paso para que explicara cómo era ese Museo. Luís llevaba siempre nuestro Museo en su pensamiento y en la primera ocasión que se le presentaba, lo sacaba a relucir, eso es algo que siempre le agradeceré, además de muchas otras cosas.

París Tombuctú

Berlanga me fue contando, el argumento de la última película que estaba rodando, “París-Tombuctú”, su última película, en ese argumento había un hecho destacado y es que un diseñador de calzados pretendía emular a los grandes diseñadores parisinos, le convencí para que cambiase el guión de la película, en ese pasaje, y hablase de los grandes diseñadores que había en Elda o cuanto menos en la Comunidad Valenciana, como así lo hizo. Algunos de los zapatos, utensilios y herramientas que aparecen en el film, proceden del Museo y al final, el Museo del Calzado figura entre los créditos de la película. Me presentó a alguno de sus ayudantes y estuve más de una ocasión en el rodaje de exteriores en Peñíscola.
Luís estaba convencido que esa era la película de la que más se hablaría, en el futuro, él estaba convencido que esa cinta superaría a cualquier otra de las realizadas hasta entonces; cuando la estrenaron no fue el éxito que cabría esperar, aunque tiene escenas francamente chocantes y berlanguianas; así se lo hice saber un día que vino a cuento, le dije que esa película nunca podría igualar los éxitos de "El verdugo"; "Plácido"; "Bienvenido, míster Marshall" ; "La escopeta nacional"; "La vaquilla" o muchas otras....y él me respondió que la película Paris-Tombuctú, se había adelantado a su tiempo y que dentro de una década sería un film para estudiosos del séptimo arte y daría mucho que hablar, seguí pensando que quizás tuviese razón y que mi mente no acierte a comprender esa genialidad de mi buen amigo: la verdad es que las críticas del momento fueron muy dispares:
"No me río, no me sugiere nada. A veces siento vergüenza ajena" (Carlos Boyero: Cinemanía) "Película libre y radicalmente insumisa" (Vicente Molina Foix: Cinemanía)"Lúcida, misántropa misógina y desesperada. Deliciosa" (Maruja Torres: Diario El País)
"El film más furioso, radical y explícito del último cine español" (Beatrice Sartori: Diario El Mundo)
"Comedia coral, surrealista y en muchas ocasiones demasiado disparatada" (Fernando Morales: Diario El País)





La Academia del tacón de aguja

Luis García Berlanga tenía una enorme ilusión por crear lo que el llamaba “La Academia del tacón de aguja”, la idea era genial, se trataba de reunir en un foro común, a aquellas personas que estuviesen interesadas por el “zapato de tacón de aguja”, desde todo los puntos de vista; diseñadores, fabricantes, distribuidores, escritores o simplemente los que viesen en esto un símbolo del erotismo, como era su caso. En uno de los trabajos de Guillermina Royo-Villanova, que además de ser seguidora y defensora de la obra de Berlanga, es periodista, poeta, crítica de arte y colaboradora de "La Razón", se decía textualmente: "El fetichismo de Berlanga por los tacones alcanzó las cotas más altas con la instauración del Premio Berlanga a la mujer mejor calzada de España y con la constitución de la Academia del Tacón de Aguja, esponsorizada por el Museo del Calzado de Elda, una plataforma cultural para reivindicar uno de los objetos mejor diseñados y más seductores que organiza diferentes actos con el fin de ensalzar esta prenda fetiche entre los fetiches. Toda una genialidad berlanguiana".  

Me llamaba insistentemente cada vez que coincidía en un acto con personajes conocidos o famosos y me hacía tomar nota de nombres y más nombres de gentes a los que él le había comentado la idea, con el fin de hacer una lista de personajes que se integrarían en la Academia, una vez creada; tal era su insistencia, que se lo propuse a una de las marcas más importantes de la ciudad, a “Paco Herrero”, su gerente Belén Puche, aceptó hacer de mecenas y así se lo dije un día a Luis  el cual se presentó en Elda y fuimos al Notario para realizar la escritura, en ella y en principio, figuramos Luis García, Belén Puche, Teresa Jover (la secretaria del Museo) y yo mismo. Se fijó un capital inicial de seis mil euros que puso la firma zapatera.

 Después de aquello fueron constantes las llamadas y las ideas de Luis  me decía que había hablado con el Ateneo Cultural para dar salida al primer acto de la academia y que se invitaba a una charla a uno de los diseñadores más afamados de París; empezamos a trabajar en esta línea, con viajes a Madrid, reuniones con algunos amigos dispuestos a preparar el funcionamiento de la Academia, allí estaba Teresa, el arquitecto Tomás Amat, al que también le encantaba conversar con Berlanga y otros......

El erotismo de Luís García Berlanga

Era un convencido del erotismo, el fetichismo o el sadomasoquismo, pero lejos de considerar que esto era malo en sí mismo, estaba convencido de que era necesario para el ser humano; la libertad de ideas y la puesta en práctica de las mismas, le fue reafirmando en la búsqueda de esa forma de expresión, pero no como deformación de conductas; en un ensayo de Royo-Villanova afirmaba que "era un fetichista confeso pero no obsesivo. Al ser un hombre independiente sin prejuicios ni complejos de ningún tipo sentía la obligación moral de defender aquello que le gustaba, apoyar la normalización del erotismo, del fetichismo, del sadomasoquismo convencido de que lejos de hacer daño es una medicina estupenda para la sociedad, un gran paso para terminar con el cinismo y las represiones tan dañinas para ésta".
 
La defensa de erotismo era a la vez una provocación y un compromiso con sus convicciones.", este pensamiento "berlanguiano" ha sido objeto de numerosos estudios, incluido el Instituto Cervantes de Nueva York. Como se sabe era el inspirador del premio "La sonrisa vertical", en una de cuyas ediciones, el Museo del Calzado contribuyó con un accésit a la narración que tuviese el zapato como protagonista.

Podemos decir que Berlanga era el "erotómano del cine", y era un admirador del erotismo y sobre todo del arte erótico, le gustaba leer, conocer el arte erótico; hacía de ese gusto una afición y se adentraba en conocer esas manifestaciones y sobretodo su historia. Me decía que  el arte erótico, estaba presente en todas las vertientes de las Bellas Artes y de las artes populares, añadiendo que el hombre se diferencia de los animales, también en esto, acabando por decir que el erotismo es una expresión cultural, sin la que el ser humano carecería de una de las motivaciones más importantes de su existencia.

La película que nunca filmó

Su afición por el zapato y la perfección de las líneas siempre lo asemejaba con el trabajo terminado de una buena película, con frecuencia le oía decir que "la culminación de una película era como unos zapatos bien hechos".

Durante un tiempo, Luís me hablaba de una película que quería hacer con personajes extraídos de la vida cotidiana, es decir, no actores profesionales, sin guión, ni argumento, simplemente un grupo de gente que saliese a escena haciendo lo que quisieran hacer y hablando lo que se les ocurriese en ese momento; la verdad sea dicha que eso no acertaba a comprenderlo y le contestaba que sería un enorme follón que acabaría como "el rosario de la aurora", sin embargo su intuición y sus genialidades, se adelantaban en el tiempo y estaba convencido de que la película sería un éxito total; ese fue su pensamiento durante unos años, hasta que dejó de hablar de ello, creo que intuía que tras Paris-Tombuctú, su actividad como director se había acabado, aunque siempre conservaba la ilusión de esa escena (típica berlanguiana) que a modo de chascarrillo me contaba para hacerme reír. Como aquella escena imaginaria que se representaba en la calle Almirante de Madrid, en el año 1940, inmediatamente después de la guerra civil. Un entierro de "dos capas" (clase media, según lo que se pagaba a la Iglesia), el féretro a hombros de deudos, delante dos curas con capas pluviales negras y tras ellos la familia y a continuación muchos amigos....hasta formar una gran cantidad de personas, enfilando hacia el Paseo de la Castellana, en ese lugar estaba pasando el desfile de la victoria (era el 18 de Julio), el cortejo se paraliza, alguien se dirige al oficial que comanda la guardia mora y le pide paso para cruzar camino de la Iglesia (hace calor y el finado lleva muchas horas en la caja), tras una larga discusión, permisos, órdenes (a lo lejos el Caudillo en una gran tribuna), de pronto se da permiso para pasar tras los blindados y antes de que llegue la infantería, se abre el paso y el entierro cruza la calle, a un cura se le cae el bonete, se para el cortejo, los guardias espolean a la gente y al fondo aparece la cabra de la legión y los legionarios a paso ligero, un caos que da con la caja en el suelo....y todo el mundo corriendo, en fin, una secuencia que contada por Berlanga tenía la gracia que solo él sabía imprimir a esas escenas desconcertantes y críticas.

Decido dejar la dirección del Museo del Calzado

Un día del año 2005, creí llegado el momento de dejar la dirección del Museo en manos de personas más jóvenes que siguieran imprimiendo un ritmo ascendente, que probablemente lo impulsara mucho más de lo que yo había conseguido en estos últimos años, ciertamente el Museo del Calzado era mi vida y a él me estaba dedicando en cuerpo y alma, desde aquellos lejanos días de 1992 en que se abrió por primera vez al público en el centro docente donde impartía clases de Tecnología de la Piel; suponía para mí un auténtico trauma, pero precisamente por conservar esa obra en el tiempo y con impulsos nuevos y más vigorosos, era el momento de dejarlo, no quería convertirme en un anciano que supusiese una barrera para mejores logros; pero, ¿cómo decírselo a Luís?; le llamé para decirle que iba a verle para darle una noticia importante para mí y que podría afectar a nuestras relaciones de trabajo; llegué a su despacho de Gaztambide con mi esposa y nos encerramos en su despacho; lo que nos dijimos y nuestra conversación será quedará en nuestro recuerdos más entrañables; sencillamente fue una conversación cargada de afectividad y emoción, porque él no podía comprender que a mi edad pudiese dejar ese Museo por el que tanto había luchado. Mi objetivo era, no solo que comprendiese mi despedida, sino que no abandonase las actividades a las que él daba vida con su solo nombre o presencia. Fue una mañana un poco dura que la recuerdo con dolor, quizás más por el desconcierto que causé a mi amigo, que por casi una despedida de la "primera línea" de nuestros proyectos. Me hizo prometer que seguiría al menos con la Academia del tacón de aguja, hasta que la pusiésemos en marcha y así se lo aseguré; canalizamos por ahí el resto de la conversación, pero siempre recordaré sus palabras y su decepción por ese alejamiento voluntario que no entendía, a pesar de mis esfuerzos en razonarlos.
Tras aquello, seguíamos estando en contacto casi semanalmente y siempre por teléfono, aunque dejó de venir a Elda a presidir los actos que él había impulsado.
Hasta que un mal día Luís me llamó para decirme que le iban a operar de la cadera, a simple vista una operación sin importancia, pero que requeriría un tiempo de rehabilitación, aquello fue el principio del final, se paralizó todo y ya las llamadas giraban sobre su salud que se iba deteriorando por momentos.

El secreto de Berlanga

En el año 2008, decidió guardar un secreto que solo debía desvelarse en el año 2021, coincidiendo con la fecha de su centenario. El sobre lo depositó, de la mano de su nieto, en una caja con su nombre y el número 1034, que el Instituto Cervantes en Madrid, habilitó para personajes ilustres de las artes y las letras españolas, en la caja fuerte del Banco Central. El acto íntimo, en el que estuvo presente su familia y la directora de la institución, se realizó dentro de la sencillez con la que él revestía su propia vida, su hijo, Jorge Berlanga expresó el  deseo de que "en un futuro, al igual que se utiliza el adjetivo 'quijotesco' para definir luchas imposibles, se utilice el adjetivo 'berlanguiano' para calificar lo absurdo, la crueldad y la carcajada".


La despedida de Luis García Berlanga

La salud de mi querido amigo iba deteriorándose por días, incluso en su forma de hablar le notaba más debilidad, fui a verlo a su casa en Madrid y lo encontré más delgado y en un silla de ruedas, después las llamadas se iban haciendo más costosas y complicadas, algunas veces ni siquiera hablaba con él; lo vi alguna vez en televisión en alguno de los homenajes que le tributaron, pero era un Luis mucho más envejecido y siempre en una silla de ruedas. Un día recibí la llamada de su esposa de que estaba peor y marché a Madrid, fui a su casa y lo encontré en su cama, le abracé, le hable, me despedí con lágrimas en los ojos y un fuerte apretón, su cara casi inexpresiva, apenas dejaba ver una mueca de alegría, le pregunté a su mujer, Maria Jesús,  si me reconocía y ella me aseguró que sí, yo no estoy tan seguro, esa fue la última vez que lo vi.



Mi impresión sobre el personaje humano

Quizás por sus películas, por su forma de hablar, a veces mordiente y satírica….podría parecer un hombre que basaba su vida solo en valores humanistas; se dijo de su cine que se caracterizaba por su mordaz ironía y sus ácidas sátiras sobre situaciones sociales y políticas, destacó por su habilidad para burlar la censura franquista con diálogos agudos que permitían las lecturas entre líneas; también he leído sobre los que decía sobre sí mismo: "soy un libertario al que le gustaría morir como un libertino...." y sobre su forma de ser añadía... "Es la mala uva, la mala leche la que me ha guiado y ahora con la vejez las aristas se hacen más agudas"; nada de todo esto me pareció de aquel amigo al que traté, quizás me equivoque, pero creo que en parte era un buen actor y algunas de sus expresiones más provocadoras eran debidas a la libertad que siempre disfrutó y que le permitía incluso ser poco respetuoso con lo que todos respetábamos y buscar el escarnio en lo que casi nadie se atrevía; José Luis Borau, en una de las últimas apariciones del cineasta dijo: "España y los españoles, a nuestro pesar quizás y con gran entusiasmo disimulado, queremos siempre ser berlanguianos", para cualquiera podría infundir temor al "qué dirán" o respeto a determinadas normas; él sencillamente lo buscaba.

 Yo conocí a Berlanga y fui su amigo en una parte muy corta de su vida, pero lo suficientemente intensa para sacar mis propias conclusiones: Luis no era hombre de Iglesia, efectivamente (era todo lo contrario), pero me atrevo a afirmar que era temeroso de Dios. Una persona que es capaz de compartir su notoriedad, de volcarse por los demás, de mostrarse siempre generoso, sin esperar nada a cambio, no puede ser solo una persona que base sus creencias en la simple materia humana. Luis

  pasó por épocas y trances de su vida muy duros y, aunque no lo decía, él sabía o entendía, que la fuerza que nos animaba a realizar esos actos buenos, honestos y generosos, no podía salir solamente de la condición humana, su familia, el recuerdo de sus padres, su hijo (entonces solo había fallecido uno) y, aunque nuestras conversaciones nunca tuvieron esa motivación, creo que Luís García Berlanga, por encima de las genialidades de sus películas, de su actitud desafiante e incluso de sus propias palabras, quería creer que un día se reencontraría con tantos seres queridos que abandonaron este mundo y a los que él echaba mucho de menos.
Mi amigo se fue y, sea lo que sea, yo sí soy hombre de fe y creo en ese mundo futuro que se nos prometió, allí también tengo muchas personas a las que he querido, a los que desearía reencontrar y entre los cuales estará sin duda Luis García Berlanga.

* Publicado en la revista "Alborada" Abril 2013