domingo, 16 de marzo de 2008

DESARROLLO INDUSTRIAL ZAPATERO

DESARROLLO INDUSTRIAL, CREACION DE LA FICIA Y OTRAS ASOCIACIONES DEL SECTOR ZAPATERO


José María Amat Amer
Director del Museo del Calzado

La década de los años cincuenta marca para la comarca del Medio Vinalopó el punto de arranque de su desarrollo económico hacia la mecanización en la fabricación de calzados, el más importante sector de su economía local; también supone el inicio de la modernización de la industria zapatera en las comarcas del Vinalopó. Tras el final de la guerra en Europa, España sufre un aislamiento por parte de los países europeos y de Estados Unidos; la lógica privación de materias primas que padece el mundo occidental en España se agudiza y, al principio de la década, mientras los demás países reciben ayudas provenientes principalmente de EE.UU., nuestro país debe esperar algunos años; Elda, que ya antes del conflicto mundial, se ha convertido en una ciudad zapatera y cuya riqueza está fundamentada en un alto porcentaje en esta actividad, debe permanecer algún tiempo realizando esporádicas incursiones en el mercado internacional, pero especialmente es el consumo interior el que mantiene su débil economía.

La saturación de los mercados interiores es un hecho evidente. Los viajantes de la época deben competir para lograr mantener sus niveles de ventas y la diversificación de pedidos impide pensar por el momento en una industria mecanizada y competitiva; las colecciones son extraordinariamente extensas y los comercios diversifican todavía más el producto en fabricación pues el pedido medio del mercado interior ronda los 12 a 24 pares de zapatos, repartidos en el abanico de numeraciones existentes en cada tipo de fabricación; el proceso semimanual de elaboración de calzados da lugar a que las fábricas que permanecen tras la guerra civil y las que se crean en los años siguientes tengan una excesiva cantidad de mano de obra, lo que eleva el precio de venta del zapato; téngase en cuenta que en esos años, el porcentaje de mano de obra directa sobre el calzado, supera en ocasiones el 60% del producto final. Las industrias actúan todavía con sus pequeños núcleos autónomos formados por el maestro, oficial y aprendiz, que realizan su tarea con total autonomía, tanto en intensidad como en horario de trabajo. Muchas fábricas con plantillas superiores a 50 trabajadores trabajaban hasta altas horas de la noche y, como era habitual, también los sábados; eso era lo normal en la gran mayoría de fábricas y talleres de menos de 15 trabajadores, en los que la actividad era artesana y familiar. Ante esta situación no era de extrañar que las fechas de servicio se incumpliesen dando a este hecho un carácter casi de normalidad.

No obstante, Elda era, en estos años, un lugar de peregrinaje de muchas familias que llegaban a la ciudad para tratar de mejorar su nivel de vida, procedentes de zonas agrícolas en las que había escasez de recursos; sin embargo y a pesar de nuestra encorsetada industria de fabricación de calzados, en Elda los destajos suponían un nivel de salarios inalcanzable en muchos otros sectores, fundamentalmente en la agricultura. Por eso la ciudad, y con ella la comarca, crecía: de los 13.445 habitantes de 1930, se pasa a los 20.050 en 1940 y a los 20.699 diez años después; a partir de ahí la inmigración se dispara y se llega a casi 28.000 habitantes en 1960 para alcanzar y superar ampliamente los 41.000 en 1970. Esto nos da una idea clara del enorme crecimiento que tuvo que experimentar la ciudad en todo orden de cosas, infraestructuras urbanas, lugares de ocio, comercio etc.

Un acontecimiento superior a cuantos se habían producido en la primera mitad del siglo XX fue la Feria del Calzado; esta sobresaliente aportación al movimiento económico del sector en nuestra ciudad, y prácticamente de todas las ciudades zapateras de España, tuvo su punto de partida el 22 de Diciembre de 1956, en un escrito publicado en el semanario local Valle de Elda titulado “¿Elda capital del calzado español?” y firmado por el empresario eldense Óscar Santos González, que desató los deseos de salir de la situación de estancamiento en la que se encontraba nuestra industria de fabricación de calzados y alertó a todos los colectivos de la época que la saturación del mercado nacional había creado un clima de depresión del que difícilmente se saldría, si no era por medio de una Feria del Calzado, en la que el visitante pudiese contemplar toda la oferta y al que pudiesen llegar compradores extranjeros.

El 4 de Mayo de 1957, es decir, casi cinco meses después de que Óscar Santos lanzase su primer mensaje de unión ante una posible Feria del Calzado, la escritora y poetisa Carola Gonzálvez escribe en Valle “Feria de Muestras del calzado de Elda, 1958”; se trata de un bello artículo imaginativo en el que contempla la ciudad a un año vista cuando hipotéticamente se celebrase esa soñada Feria del Calzado; Carola nos describe con detalle el ambiente que se vivía en las calles de Elda, en una sencilla premonición de lo que acontecería en el año 1959 cuando de verdad se inaugurara esa anhelada Feria Local.

En Julio de ese mismo año, Eduardo Navarro sigue abundando en la idea de esa Feria del Calzado y en su artículo “Feria Nacional de Muestras del Calzado en Elda”, se aventura a señalar fechas y lugares en los que podría desarrollarse. En Agosto es el propio Alcalde de la ciudad, Joaquín Campos Fernández, quién realiza unas declaraciones solicitando la unidad de los eldenses para hacer realidad esa Feria.

En Septiembre, Alberto Navarro escribe en Valle de Elda, “Las palabras y los hechos”, un escrito reivindicativo de algunas obras pendientes de realizar en la ciudad; insiste una vez más, como ya lo hiciera en repetidas ocasiones, en la construcción de un monumento al zapatero como homenaje a todos los trabajadores de esta industria, en la formación y organización de un museo del calzado para la ciudad y también profundiza en la idea de crear una Feria del Calzado, pero Alberto sugiere además un logotipo que serviría años más tarde de primer dibujo representativo de esa Feria.

La industria del calzado, la predominante en el Valle, en el año 1958 se repartía de la siguiente manera en las zonas de la provincia de Alicante y en Almansa:47% en Elda, 29% en Elche, 13% en Villena, 11% en Petrel, 2% en Monovar y en Cocentaina, 1% en Sax y 3% Almansa, según información aparecida en Elda Creadora, revista nacida para canalizar el diseño y las aspiraciones del sector calzado y de la que no se editarían más que dos números (contiene un error ya que la suma de estos porcentajes arrojan el 108%, pero lo cierto y destacable es que en este año las poblaciones del Elda y Petrel superan la mitad de la producción alicantina de calzado y Elda figura, con diferencia, como la población que mayor cantidad de zapatos produce). Pero nuestras exportaciones están muy por debajo de lo deseable: mientras Italia exporta cinco millones y medio de pares de zapatos al año, España solamente alcanza los 15.000 pares anuales, lo que confirma la saturación del mercado nacional en estos años previos a la Feria del Calzado y la necesidad urgente e imperiosa de buscar nuevos horizontes que nos sitúen en mayores cotas de producción.

Algunos industriales de Elda acuden a diferentes exposiciones en el exterior, como la Feria del Cuero de París, a la que asiste el recién creado Grupo de Exportación del Calzado de Elda, que preside el industrial eldense José María Gran Díez; fueron catorce industriales y se contrataron tres stands; muchos visitantes y compradores de aquella feria y compradores, al ver la calidad de nuestros zapatos pensaron que se trataba de firmas italianas. La satisfacción por los contactos y los pedidos confirmados fue unánime; muchos zapateros de la zona vieron en ello la señal evidente de que EE.UU., primero, y Europa, más tarde, ansiaban diversificar sus compras en países de calidad similar a la italiana y precios más bajos. En España el consumo interno era entonces del orden de 0,8 pares por habitante y año, lo cual nos da una idea de la precariedad del consumo en relación con la producción. A la vuelta de este importante viaje, se produjeron reuniones en Madrid con el Director General de Exportación, para crear una Asociación Nacional de Exportadores de Calzado.

Al finalizar el año 1958, la situación de la industria del calzado en nuestra población ofrece un panorama sombrío: se calcula que Elda ofrecía cada temporada más de 60.000 modelos diferentes de zapatos; del 60% de ellos los pedidos eran inferiores a 100 pares por modelo; de un 20% no se solicitaba par alguno; sólo el 10% del muestrario superaba los límites de la rentabilidad; con estos datos, la debilidad de los talleres y pequeñas industrias les abocada a la desaparición a la mínima recesión en el mercado.

Cualquier noticia o rumor nacido en el exterior, era suficiente para hacer tambalear nuestro mercado; si se habla de la posibilidad de sustituir el tacón de aguja o el cubano por otro en forma de cuña que prolongue la propia suela, ya surge la preocupación en unos empresarios que, a esas alturas del siglo XX, realizaban mayoritariamente un zapato de vestir de calidad con empleo casi exclusivo del tacón alto. La industria del calzado de Elda, que había nacido con el chicarro y las series y crecido con el zapato de caballero, se dedicaba ya con escasas excepciones, a la fabricación de calzados de señora que utilizaban generalmente el tacón de aguja, una invención casi al unísono de los diseñadores Roger Vivier en Francia y Ferragamo en Italia.

Tras medio año de silencio en lo que a la Feria del Calzado respecta, escribe Eduardo Navarro, “Elda en letargo”, un llamamiento a la población para que reactive la idea de crear una Feria del Calzado para Elda. La ciudad contaba con más de cuatrocientas fábricas, algunas grandes, pero la mayoría pequeñas y medianas, con plantillas que no alcanzaban los veinte trabajadores. La saturación del mercado nacional, cada vez mayor, dificultaba las ventas e incrementaba el porcentaje de anulaciones. Aunque 1959 fue un año de pedidos fluidos, todos sabían que la situación interior tendía a agravarse.

Se acude a las Ferias del Cuero de Perú, de Utrecht en Holanda y de Nueva York; se realizan múltiples contactos y se venden zapatos en cifras muy modestas (en el certamen de N.Y., se vendieron 85.000 dólares, con una cotización de 50 pesetas por dólar). Ante las expectativas de ventas al mercado exterior y fundamentalmente al de EE.UU., los componentes de la misión comercial, dan un conjunto de normas para mejorar la exportación: 1.- Hacer ventas por grupos o por cooperativas; 2.- Reducir el número de marcas y de clases de zapatos para facilitar la compra; 3.- Tarifar con los precios más bajos; 4.- No actuar aisladamente; 5.- Realizar campañas de propaganda conjuntas con otros fabricantes.

Estudios realizados en EE.UU. desvelan que los zapatos más caros de Europa son los fabricados en España e Italia; en España (en Elda, especialmente) un par de zapatos de señora cuesta el salario de 38 horas y 59 minutos de un obrero; en Italia de 36 horas y 37 minutos; en Francia de 21 horas y en Inglaterra de 13 horas; pero los salarios españoles son inferiores a los europeos, lo que junto a la existencia de casi un 40% de trabajo sumergido permite que nuestros zapatos sean más baratos que en los países nombrados.

La primera Feria del Calzado

En Junio de 1959, la Comisión de Fiestas del Ayuntamiento de Elda, coincidiendo con las Fiestas de Septiembre, convoca el I Certamen de la Industria del Calzado en Elda: se quiere realizar un concurso de trabajos y premiar a los equipos productivos y a las empresas que hayan intervenido en la confección de los zapatos ganadores; se fijan plazos de presentación y puntuaciones a alcanzar en cada una de las fases de ejecución de los zapatos; se establecen tres premios en metálico -de 10.000, 3.000 y 2.000 pesetas-, que también recibirán las medallas de oro, plata y bronce respectivamente (los premios en metálico deberán ser repartidos en su integridad a los trabajadores componentes de los equipos productivos en cada categoría); se da cuenta de la composición del jurado y se dice textualmente que “los zapatos premiados quedarán en propiedad del Excelentísimo Ayuntamiento para la constitución de una fase que inicie el Museo del Calzado Eldense….”; el Ayuntamiento expondrá los zapatos presentados y los subastarán para obtener ingresos de cara a ulteriores concursos. Como anuncio de ese Primer Certamen, se colocaron dos grandes carteles a la entrada de Elda por Santa Bárbara y por el Reventón, en los que se podía leer “I Feria Local de Calzado” en español, inglés y francés, junto a un gran zapato de señora y el programa de festejos patronales. La firma Hijos de Sócrates de la Encarnación García de Elda, instauró también un premio, el “Cambrillón de Oro”, mantenido durante dos convocatorias, ganadas en 1959 por la firma Santos González y en 1961 por Benjamín Belmonte, con un precioso zapato de tafilete rosa con nudos (ambos se conservan en el Museo del Calzado). El empresario de tacones José Rodríguez Espinosa, aportó 25.000 pesetas para gastos de organización y premios; Rodríguez formaba parte del grupo de empresarios que se reunía a diario en la Sociedad Moto Club, entre los que se encontraban Óscar Santos y Roque Carpena, este último Concejal de Fiestas, responsable de la Feria y posterior director de todos los eventos feriales en Elda. Los derechos de inscripción para la Feria y el concurso ascendían a 200 pesetas, dando derecho a exponer cuatro modelos de señora o caballero o seis de series o chicarro; cada par suplementario costaba otras cien pesetas.

Días antes de la inauguración de la Feria, fue necesaria una convocatoria urgente de empresarios en el Cine Rex, ante la apatía existente, en la que se realizaron diversas proclamas a favor de la Feria y se solicita la presencia de grandes y pequeños fabricantes. En vísperas del Certamen, se publicó la relación de miembros del jurado del concurso. Presidido por el alcalde, también lo integraban José Mª Navarro Parra, Delegado Comarcal del Sindicato; José Mª Gran Díez, Jefe del Sindicato de la Piel; Gastón Castelló, pintor alicantino; Francisco Garach, de Granada, comerciante; Antonio Esteve Orgilés, industrial; Álvaro Carpena Martínez, modelista patronista; José Busquier González y Pedro Martínez Sala, técnicos de calzado.

La inauguración fue el 6 de septiembre, a las seis de la tarde, a cargo del Gobernador Civil. La exposición, preludio de la transformación del sector del calzado español, contó con 150 fabricantes, que expusieron 650 modelos de señora, 100 de caballero y 250 de chicarro y series; también se mostraron miniaturas, zapatos de fantasía e incluso zapatos antiguos. Al concurso concurrieron 28 pares de zapatos. El valor total de la muestra se estimó en más de 300.000 pesetas.

Las calles de la ciudad vibraban festivas en vísperas de una inauguración que presagiaba cambios importantes. A la muestra, instalada en la primera planta de las Escuelas Nacionales, acudieron unas 50.000 personas a lo largo del certamen: curiosos, comerciantes, fabricantes de dentro y fuera de la provincia, incluso extranjeros; quizás, la visita más interesante y beneficiosa en esta primera feria fue la Mr. Louis G. Feman, técnico de la Administración de Cooperación Internacional de los Estados Unidos (ICA), un estadounidense muy introducido en el mundo del calzado, y acudió acompañado de un fotógrafo de New York Times, que días después mostró al mundo entero los zapatos artesanos que se fabrican en Elda.

Tras la inauguración se procedió al fallo del concurso de los mejores zapatos presentados por los equipos productivos. Los ganadores fueron, por este orden, los pares presentados con los lemas Obsesión -fabricado por la empresa Sucesores de Ortiz-, Fantasía -presentado por Calzados Styl- y Certamen, de Vicente Antón Martínez; el Cambrillón de Oro fue para Francisco Santos González, con Osando. La entrega de premios se realizó el 8 de Septiembre, día de la Virgen de la Salud, en una verbena en los jardines de la Plaza Cautelar, engalanada con múltiples bombillas de colores; en los preliminares, se entregaron los premios periodísticos convocado para las Fiestas Mayores, otorgados a Rafael González Bautista, por “Elda la estrella de la mañana”; a Antonio Porpeta Clérigo, por “Salvia y tomillo” y a Luís Pérez, subdirector del diario Pueblo, por “Un experimento y un estilo: Elda”, junto con otros premios locales de fotografía y escaparatismo. Al final se reclamó la presencia de José Rodríguez Espinosa, mecenas e impulsor del concurso de calzado, que hizo votos para que la idea arraigase en la ciudad para bien de su industria.

La Feria, que debía clausurarse el 13 de Septiembre, fue prorrogada otro día más, dedicado a profesionales y compradores pues la masiva de afluencia de público llegado desde toda la provincia había impedido el espacio y el tiempo necesario para establecer contactos comerciales.

Hacia la conquista del mercado exterior

Al finalizar la Feria, Roque Calpena, Concejal y Presidente del Comité Organizador, expresó públicamente su agradecimiento a colaboradores como Óscar Santos, padre de la idea y aliento de la exposición, Eladio Pla Esteban, que con más voluntad que medios realizó los trabajos de carpintería, José Mª Gran, Manuel Bonete… y muchos más que colaboraron con el Ayuntamiento desde el principio.

Tras el éxito inicial, y a instancias del Sr. Feman, se planteó la necesidad de asistir a la próxima Feria de Chicago; este improvisado padrino de nuestra industria, se llevó para EE.UU. ochenta muestras elegidas por él mismo, para tratar de abrir un mercado americano hasta entonces totalmente volcado con Italia. Feman aconsejó acudir a Chicago conjuntamente, con un solo eslogan - “Elda spanich shoes capital”- y un cartel anunciador en el que figuraban las banderas de Estados Unidos y España y la frase “Comes to América”. Mr. Feman fue contratado por los empresarios españoles para organizar su presencia en Chicago y otras plazas estadounidenses, potenciando visitas de clientes de aquel país y abriendo al calzado español las difíciles puertas del mercado americano. Roque Calpena y Oscar Santos viajaron a Chicago con 600 modelos presentados en la Feria: se vendieron más de 100.000 pares y, lo que es más importante, se contactó con firmas americanas poseedoras de más de mil tiendas repartidas por toda la Unión, algunas tan importantes como General Company, A.S. Berk o Shoe Coporation of America. El mercado americano, totalmente diferente del europeo y del nacional, obligaba a cambios en la producción: numeración diferente, medios números, al menos un par de anchos por número... Sin embargo, todo se asumía con gusto pues los pedidos venían por miles sin apenas variar el modelaje, lo que suponía para los industriales una notable ventaja. También se pudo observar que el zapato español era comparable a sus homólogos italianos, alemanes o franceses, pero a unos precios muy beneficiosos.

El 12 de Noviembre, en el cine Cervantes, se reunión a los industriales para informarles sobre el mercado estadounidense, sus ventajas y la forma introducirse en él; se dictaron normas muy concretas y se nombraron varias comisiones de trabajo –una por cada tipo de calzado, es decir, señora, caballero, series y chicarro- que analizarían tanto los problemas de calidad a superar como las numeraciones a aplicar. La Feria de Chicago marcó, de alguna forma, el despertar de la exportación generalizada; José Mª Gran Diez, Jefe Provincial del Sindicato de la Piel, viajó a Madrid acompañado de un grupo de fabricantes eldenses para reunirse con los responsables de la Comisión Nacional de Productividad y acordar ayudas que fortaleciesen la industria local de cara a modernizar tecnológicamente tanto a la industria del calzado como a la auxiliar; se hablo de crear un laboratorio de análisis de materiales en Elda y de organizar cursos de formación, que capacitasen a los jóvenes hijos de industriales para aplicar técnicas racionales y modernas que incrementasen la productividad.

Los primeros contactos con Norteamérica y las halagüeñas previsiones de futuro que Mr. Feman se encargaba de transmitir entre los fabricantes, incentivaron la búsqueda de nuevas fórmulas que canalizasen la venta de calzado al exterior. Una de ellas fue la Cooperativa de la Industria del calzado (C.I.C.), o Elda Exportadora como se le llamó desde el principio; un grupo de ocho personas encabezadas por José Mª Gran, se encargó de fomentar la asociación de los fabricantes a ella, con reuniones en el Cine Cervantes en las que se explicó la idea y se crearon comisiones, como la de propaganda o la de estatutos. La Cooperativa tenía como fin fomentar las ventas exteriores y su articulado incluía desde el ingreso como cooperativista a cuestiones de formación, pasando por requisitos curiosos como la obligación de todo cooperativista de comunicar con tiempo suficiente la cantidad de producción que se comprometía a realizar, a fin de cuantificar las ventas, distribuyendo los pedidos entre las empresas inscritas; algo tan complejo desde nuestro conocimiento actual, era posible en unos años de recesión casi permanente y sin apenas contactos exteriores, dada la gran tarta que suponía el mercado estadounidense. En Febrero, la cooperativa contaba con más de 250 fabricantes, más del 80% de los censados en Elda, que pagaban una cuota de 10.000 pesetas por empresa asociada.

Desde hacía varios meses, venía funcionando en Elda otro grupo, la Sociedad Exportadora de Calzado S.A., que trataba de abrirse camino en el mundo de la exportación con la marca Goyescas; los socios eran prácticamente los mismos que acometerían más tarde la cooperativa Elda Exportadora; ambas sociedades contaban con sedes sociales, la primera en Dahellos 8, y la segunda en Jardines, encima del Banco Popular actual, donde prepararon las colecciones que iban a enviar a la Feria de Francfort, otro éxito del calzado eldense.

Tras el éxito del primer certamen eldense, comenzaron los preparativos para repetir la experiencia. Hubo que vencer problemas, como la legalización de la próxima Feria, pues el Ministerio de Comercio había advertido que cualquier Feria que no contase con los permisos necesarios podrá considerarse como ilegal. Se propuso la fórmula del Patronato para legalizarla. Dicho Patronato, constituido por el Ayuntamiento de Elda, lo presidió el Alcalde, Antonio Porta, y lo componían: José Mª Gran -en representación del Sindicato de la Piel-, José Mª Navarro Parra -Delegado de Sindicatos-, Francisco Cremades -por Elda Exportadora-, Antonio Belmar - por la Sociedad Exportadora de Calzados S.A.- y los industriales Fernando Obrador, Luís Juan Tendero, Vda. de Antonio Juan Busquier, José Mª Alarcón, Álvaro Carpena y Oscar Santos a título personal. Fruto de sus gestiones, el 10 de Junio de 1960, la Dirección Comercial de Expansión Comercial del Ministerio de Economía resuelve autorizar la I Feria de Muestras Monográfica del Calzado e Industrias Afines, en la ciudad de Elda.

El Patronato empezó a organizar la Feria de Septiembre, creando comisiones de trabajo. En esta nueva edición se utilizarán 7.900 m2 del recinto de las Escuelas, 1.400 m2 en el propio edificio y 6.500 m2 en el patio, en stands de cuatro m2 para cada firma de la industria auxiliar. En Julio se lanzan las bases del I Certamen Provincial de Calzado, ampliando a la provincia de Alicante la convocatoria del Concurso de zapatos. Nuevas firmas aportaron fondos para los premios; a Hijo de Sócrates de la Encarnación, que ya repetía por segundo año, se sumaron otras industrias auxiliares -Verdú Hermanos, Norberto Navarro S.A., Diego Bonal, Iniciativas Crespo- y la Caja de Ahorros del Sureste. En los días previos a la inauguración de la I Feria Nacional del Calzado e Industrias Afines, el trabajo en el recinto era frenético: carpinteros, pintores, empapeladores, albañiles, electricistas… todos querían llegar a tiempo de la inauguración, aunque al terminar la Feria todo debía volver a su lugar para que los alumnos iniciasen las clases.

Se imprimieron folletos, se publicaron el jurado del concurso y la composición del Patronato de la Feria, con presencia de todos los dirigentes sindicales, civiles, económicos y políticos del momento. El martes 6 de Septiembre, el Director General de Expansión Comercial del Ministerio de Comercio, inauguraba la I Feria Nacional del Calzado e Industrias Afines; tras el recorrido por el recinto y los discursos, se ofreció un vino de honor a los asistentes en la Plaza Castelar . En la exposición se encontraban presentes 282 expositores –163 de ellos de Elda, sólo 41 de Elche- con más de 12.000 modelos diferentes. Una novedad de esta Feria fue la presentación de los planos del futuro edificio ferial, diseñados por el arquitecto alicantino Miguel López, a construir en un lugar de Elda aún por determinar. La clausura de la Feria y Exposición de zapatos premiados la presidió el gobernador civil el 14 de Septiembre, tras visitar el recinto más de 50.000 personas. Las ventas ascendieron a 25 millones de pesetas, 13 en maquinaria y 12 en zapatos; con estos resultados, la euforia se desataba, casi todos los expositores formalizaban sus reservas para el siguiente año y los organizadores afirmaban que “por fin Elda estaba encontrado su camino”.

Era necesario un nuevo permiso para la Feria de 1961, por lo que el gobernador civil, el alcalde y el secretario general de la I Feria se desplazaron a Madrid para solicitarlo al Ministerio de Comercio, que lo concedió sin problemas. La nueva edición incluía como novedad un concurso periodístico sobre la importancia de las ferias de muestras y especialmente sobre la trascendencia de las celebradas en Elda.

En 1960 se siguió asistiendo a ferias internacionales: 127 firmas acuden a Londres, con zapatos competitivos y una calidad similar a nuestros competidores europeos; Elda Exportadora acudió a la de Chicago donde, gracias a la gestión del Sr. Feman se apalabraron más de doscientos mil pares de zapatos y se contactó con múltiples compañías importadoras; además, se consiguió liberalizar la importación de maquinaria extranjera para la fabricación de calzado –salvo las de aparar- sin costes adicionales arancelarios.

La empresa “Felipe Peñataro Sanchís y Hno”, fue declarada Empresa Modelo por el Ministerio de Trabajo; la empresa, creada en 1930, no sólo realizaba calzado de niño de calidad –marca Vite- sino una labor social digna de encomio, que incluía desde otorgar facilidades para la formación a los aprendices que carecían del Certificado de Estudios Primarios hasta la construcción de viviendas sociales para los trabajadores de rentas más bajas, además de cumplir todas las leyes laborales del momento.

Para acelerar la construcción del nuevo edificio ferial, el Ayuntamiento y el Patronato decidieron hacerlo en los terrenos de El Parque, el campo de fútbol de propiedad municipal, tratando de lograr su inauguración en 1963; para ello era necesario adquirir suelo para el nuevo estadio y otros terrenos y edificaciones colindantes que permitan alcanzar la superficie necesaria, lo que se logró pese a la oposición inicial de algún vecino.

Mientras se siguió utilizando el recinto de las Escuelas Nacionales, que ya se había quedado pequeño para los casi quinientos expositores anunciados, algunos llegados de otras áreas zapateras, como los menorquines agrupados bajo el eslogan “Calzados de Menorca”. La falta de plazas hoteleras de la ciudad se vence con llamamientos a la colaboración ciudadana para ofrecer alojamiento. Se necesitan trabajadores para el recinto, decoradores para las vitrinas, intérpretes que hagan más fáciles las comunicaciones entre clientes y fabricantes. Se vuelve a convocar el Concurso Provincial de Calzado, por tercer año consecutivo. Se fija un precio de entrada al recinto de diez pesetas, que reduzca la masificación anterior. El 2 de septiembre se inauguró la II Feria Nacional del Calzado e Industrias Afines, que ya fue clausurada por el Ministro de Comercio, Sr. Ullastres.

Los industriales de Elda y Petrel siguen asistiendo a Ferias en Europa y América (Dusseldorf, Miami, Londres y Chicago) con resultados cada vez más espectaculares.

Desde principios de 1962 se trabaja en la III Feria, ya internacional como afirma el cartel anunciador expuesto en el Casino Eldense. El zapato español se valora cada vez más, mientras llegan nuevos compradores de agencias americanas que afirman su satisfacción. Sin embargo, sólo dos años después de iniciarse, ya comienzan los escritos insinuando el traslado de la feria a Madrid, con la pronta y enérgica réplica de los eldenses.

La petición española de ingreso en el Mercado Común Europeo intranquilizó al sector zapatero eldense, pues un requisito para ello era la eliminación total de tasas arancelarias o compensatorias y el libre comercio interno, aunque también se piensa que ello facilitará las ventas exteriores, pues los costes salariales eran inferiores a los de Italia, Alemania, Inglaterra o Francia. El Plan de Desarrollo Económico, que estaba siendo discutido entonces tiempo, plantea la reconversión de la industria zapatera, anunciándose dos mil millones de pesetas para el sector -en cuatro años- que permitan invertir en maquinaria y utillaje, modernizar la industria, mejorar la productividad, abaratar los costos e incrementar la competencia. Entonces, la industria española de maquinaria de calzado carecía de una tecnología punta similar a las de Alemania, Inglaterra e Italia, por lo que era inevitable una importación masiva de tecnología. En la década de los sesenta, las fábricas de Elda y Petrel empiezan a racionalizar su trabajo: desaparecen los carros de madera; se instalan las cadenas de fabricación; se inician los cronometrajes que permiten obtener tablas salariales, que valoren a priori el coste del trabajo directo; todo ello creó un descontento generalizado, pues el trabajador no estaba acostumbrado a estos métodos, ni siquiera al trabajo fuera de la silla, pero en pocos años se alcanzaron los parámetros de los países más avanzados en fabricación. El nuevo Plan de Desarrollo calculó exportar ocho millones de pares de zapatos al año (hoy sólo se alcanza el millón y medio).

En la III Feria desaparece definitivamente el concurso de calzado y sólo se presta atención al aspecto comercial: “Elda está de moda” en los mercados americanos, por lo que se suprime aquello que distraiga la atención de los compradores, ofreciendo solamente calzado de temporada y novedades de la industria auxiliar. A nuestro juicio, la pérdida del concurso mermó el prestigio de la industria española, pues se premiaba al calzado de calidad y el estilo y calidad de los diseños.

A final de 1962 el Banco de Crédito Industrial destacó a Elda Exportadora como empresa ejemplar; agrupaba 126 empresas, la mayoría de dimensiones modestas, con una media de 18 trabajadores cada una. Sus exportaciones se habían incrementado espectacularmente:

Países
Pares exportados
Año 1960
Año 1961
EE.UU.
7.000
145.000
Gran Bretaña
22.000
80.000
Alemania
650
7.000

La Feria había ayudado sin duda a cuadruplicar la exportación de calzado español, que en 1962 ya superó los tres millones de pares.

Año
Pares exportados
1958
493.000
1959
874.000
1960
1.133.711
1961
2.413.911

La IV Feria Internacional de Calzado y Afines, de 1963 se inauguró con casi trescientos expositores y la edición del Diario de la FICIA; el resultado fue espectacular, con pedidos que en algún caso superaban los trescientos mil pares y con la visita de Mr. F.W. Woolwort, propietario de más de 3.000 tiendas en EE.UU.

La obra del nuevo recinto ferial, con un presupuesto de 25 millones de pesetas, se adjudicó en Febrero de 1964 a Fomento de la Construcción. El 1 de marzo, al finalizar el último partido en el viejo Campo de Fútbol de El Parque, se inició la demolición; quedó una explanada de 11.456 m2, a los que se sumaron otros 680 m2 de casas y terrenos colindantes.

El 12 de Septiembre, se inaugura la V FICIA ya en el nuevo recinto, construido en 153 días: era un cuadrilátero de 5.000 m2 de planta y dos alturas; adjunto a él, otro de tres plantas –de las nueve que fija el proyecto final-, que aloja los servicios de la Feria (Correos y telégrafos, prensa, etc.) Concurren 297 firmas de 11 países y 15 provincias españolas, con más de veinte mil modelos de zapatos, 742 máquinas de última tecnología, 76 stands de curtidos y 30 de productos auxiliares. La concurrencia extranjera es muy alta –más de doscientas firmas sólo el primer día- y adquiere la mayoría de los 484.000 pares vendidos. El diario de la FICIA anuncia la creación de un Museo del Calzado, haciendo un llamamiento a ceder zapatos y objetos a la Feria, este intento resultaría infructuoso.

En 1964 España produce ya 44,9 millones de pares; según el Ministro de Comercio, el calzado es el segundo producto en las exportaciones del país y se prevé que alcance el primer lugar.

En 1965 se intentó crear el Círculo Industrial y Mercantil de Elda, con la inscripción de unos treinta destacados empresarios de la ciudad, sin éxito. Tampoco lo tuvo durante mucho tiempo la revista Calzado Español, creada para potenciar la moda española del calzado, que publicó varios números. En el seno de la FICIA se creó el grupo de Exportadores-Expositores, con 52 miembros iniciales.

Desde la inauguración de la primera Feria, las exportaciones de calzado español siguieron un camino ascendente:

Año Millones de pesetas
1959 76,9
1960 99,77
1961 212,00
1962 370,00
1963 353,00
1964 555,00

Pese a las cifras, los expedientes de crisis eran numerosos en una comarca donde –según un informe de la Delegación Comarcal de Sindicatos- la mitad de empresas legalizadas cuenta con sólo dos obreros, lo que indica una extendida economía sumergida. La crisis que padecen las pequeñas empresas es atribuible a la pobreza y mala preparación de esos talleres semiclandestinos, pero también al encarecimiento de materiales, el menor consumo del mercado interior y los problemas financieros. Mientras, el Plan de Desarrollo prevé aplicarse a empresas con una plantilla mínima de 25 trabajadores, la exportación sigue creciendo, Elda recibe a los más importantes importadores americanos de calzado y se instala en la ciudad una fábrica de guantes de golf –cuya producción se vendía íntegramente en EE.UU.-, que supuso una frustrada oportunidad de diversificación industrial. La VI Feria volvió a ser un éxito de ventas al exterior, aunque disminuyeron las nacionales.

El Centro Promotor de Exportaciones de la FICIA (CEPEX), departamento creado por FICIA para intervenir directamente en los mercados zapateros del mundo enviando muestrarios y misiones comerciales, inició su labor en 1966. Entonces, todas las iniciativas en los asuntos zapateros partían de Elda. Así, el 28 de febrero de 1967, en una reunión de empresarios en el Cine Rex, se intenta constituir la Agrupación Comarcal de Fabricantes de Calzado, que no será realidad hasta 1970.

El VII y el VIII certamen de FICIA incrementaron tanto el número de expositores (399 y 487 respectivamente) como los modelos expuestos (más de treinta mil en 1967), y recibieron la visita de grandes clientes como Thomas Middlenton o Joseph Stern. La edición de 1967 fue inaugurada y clausurada por distintos ministros. El incremento expositores hacia pensar en ampliar el recinto.

En 1968 la Feria se desdobló, con un certamen en Marzo -para la temporada de otoño-invierno- y otro en Septiembre; como el desdoblamiento no estaba autorizado oficialmente, se inauguraba la de Septiembre y se clausuraba la de Marzo. Además, se presentó el proyecto de nuevo edificio, situado junto al de oficinas y servicios, para albergar el CEPEX y sus exposiciones permanentes e instalar en los bajos un restaurante cafetería.

Con vientos de crisis comienzan las divisiones internas

En 1969 –aunque aumentaban los expositores- comenzaron los conflictos internos. Villena y Elche crearon sendos grupos de exportación ajenos a FICIA, en clara competencia con CEPEX. En Elche, el grupo EXEL creó una oficina permanente de exposiciones, aunque se disolvió pronto por falta de subvenciones y apoyo. En la edición de Septiembre, con 655 expositores, algunos fabricantes protestan ante el Comité Ejecutivo y denuncian en carta abierta el trato discriminatorio que sufren a la hora de contratar los espacios y la información preferencial a algunos medios.

Una noticia preocupante fue la de la posible aprobación en EE.UU. de una ley que limitaba la importación de calzado del exterior, para frenar el deterioro de su industria nacional. La temida Ley Mills -nombre del senador que la promovió- llegó a ser aprobada aunque fue vetada por el Presidente.

La ampliación del recinto se inauguró en el certamen de marzo de 1970; los 20.000 m2 de la calle Rosales duplicaban la superficie expositiva. Por entonces se trabajaba en un centro de Calificación de Calidades, antecedente de lo que en 1971 sería INESCOOP (años más tarde INESCOP), que sufrió la oposición de la propia Agrupación de Fabricantes, constituida en Julio de 1970, que consideraba que el afán de protagonismo de FICIA podía dar lugar a duplicidades de servicios.

La FICIA de septiembre de 1970, inaugurada por el Ministro de Comercio, se abrió en el seno de una crisis naciente motivada por la baja cotización del dólar, la saturación del mercado nacional y las noticias sobre la aprobación de la Ley Mills en EE.UU. (que reducía las exportaciones al nivel de 1967 y 1969). Al certamen de Marzo de 1971 se le denominó la Feria de la esperanza, pero el incremento de expositores no supuso mejores resultados para un sector en crisis; entre los problemas destacan, los empresarios de las Islas Baleares que intentaron exponer en un marco ajeno a FICIA y por otra parte se inicia una guerra comercial entre EE.UU. y el Mercado Común Europeo

El certamen de Septiembre de 1971 fue el de los Homenajes, por los realizados a los fundadores de FICIA y a los alcaldes de las ciudades zapateras; asimismo, se entregaron los premios al primer concurso de Modelistas-Patronistas, convocado por una empresa de artículos para el calzado. FICIA publicó unos resultados esperanzadores pero la Agrupación de Fabricantes los cuestionó, generándose una confrontación entre las dos instituciones. Hubo llamamientos a la unidad ante aquellas primeras divergencias; Valle de Elda publicó un dibujo humorístico, “Todos en la misma nave”, recordando que todos formaban parte de la dotación del barco.

Aunque no crecen las ventas, en el certamen de Marzo de 1972 se expone maquinaria –hasta entonces sólo se hacía en los de septiembre- y se anuncia la aparición de la revista Modapiel, que recoge líneas de diseño surgidas en FICIA; también se creó Selecmoda, una exposición de las tendencias de cada temporada y los materiales de las industrias conexas, que contó con cincuenta stands en la primera edición. La crisis se evidencia en la FICIA de Septiembre. Muchos fabricantes exponen fuera del recinto ferial, en hoteles o en sus propias fábricas y almacenes, dentro y fuera de Elda, desviando clientes y causando preocupación y polémica. Se producen cierres de empresas, temporales o definitivos, casi a diarios, el pesimismo crece y algunos creen que “Elda está al borde del colapso”. En medio de esta crisis, el Colegio de Peritos e Ingenieros Técnicos de la Provincia de Alicante ofrece un homenaje a la industria y un monumento que se levantó en la plaza Sagasta.

Elda cuenta con 45.157 habitantes según el padrón de 1972, pero el incremento demográfico no supone una mayor cantidad de trabajo en la ciudad, ya que la crisis es profunda y los debates sobre causas y soluciones llegan a las Cortes, que otorgan ayudas para paliar una situación que se deteriora por días. Mientras, los ataques a FICIA se suceden desde distintas zonas zapateras, que cuestionan su carácter de feria única del sector y aluden a falta de infraestructura hotelera y problemas de comunicación. Los industriales ven dificultada su asistencia a ferias como Dusseldorf porque España no pertenece ni a la Comunidad Europea ni a la EFTA, lo que obliga a exponer en hoteles. Además, el gobierno americano denuncia dumping y establece una tasa compensatoria del 3%.

La gravedad de la crisis es tal que, según la prensa de la época, en 19 meses se han cerrado 1.708 fábricas de calzados en todo el país, es decir, el 60% de las que habían en 1970, la mayor parte en la provincia de Alicante con una incidencia muy alta en Elda; pero el cierre de empresas propiciaba la apertura de otras más pequeñas y semiclandestinas. Algunas empresas americanas devuelven partidas eldenses por falta de calidad, lo que obligó a reavivar la figura del controlador de calidad, impuesto por las comerciales extranjeras. En medio de tanta incertidumbre, uno de los viajantes más notorios de CEPEX crea UNIDIS S.A., con fines similares a aquel.

En Marzo de 1974, FICIA llama a la participación, pero los resultados indican que el bache actual es mayor de lo esperado; en aquella edición se colocó la primera piedra testimonial de lo que será el Museo del Calzado, en un stand en el que se podía leer: “Museo del Calzado – Fase Inicial”. Ese mismo verano se inicia los estudios para la reestructuración del sector, analizando el tamaño adecuado de las industrias y las ayudas necesarias para la mecanización.

La creación de la Asociación Provincial de Fabricantes de Calzado, presidida por el eldense Manuel Bonilla, supuso el enfrentamiento entre FICIA y los empresarios respecto a la representación del sector. En 1977, se constituye en Madrid la Federación de Industriales del Calzado Español (FICE), presidida por el Sr. Bonilla, al que sustituiría Vicente Antón en los tumultuosos meses de fin de año. La tensión crece. FICE pretende mayor control en la organización de las ferias de Elda. También ese año se disuelve la Cooperativa INESCOOP y se transforma en Asociación de Investigación (INESCOP). A la feria de Nueva York, CEPEX y FICE acuden separadas; el director general de esta última, Miguel Ángel Guzmán, declaró que “la feria había sido un desastre”.

En el verano de 1977, Elda, que ya alcanza los 50.931 habitantes, vive la mayor huelga zapatera de su historia, con la creación del Movimiento Asambleario, que paraliza la industria y con ella la ciudad. La huelga, que duró 13 días, acabó con un laudo de obligado cumplimiento y sus consecuencias dejaron una profunda huella en la economía de la ciudad. Días después, el certamen de Septiembre de 1977 comenzó con malos augurios y acabó con 142 millones de ventas menos que el año anterior. Mientras, FICE comienza a organizar exposiciones y ferias fuera de Elda y declara que eso es bueno para el sector y así seguirá haciéndolo.

En 1978 la ciudad y FICIA son sorprendidas con la mala noticia de que el Ministerio autoriza a realizar dos ferias de calzado, una en Madrid y otra en Palma de Mallorca, dada la falta de infraestructuras hoteleras y de servicios de Elda. FICE, lógicamente, estaba detrás de esta autorización. Las luchas entre las dos instituciones arreciaron, pese al respaldo de todas las fuerzas vivas de la ciudad a FICIA, que anuncia para 1979 la celebración de cuatro certámenes en Elda (dos de calzado y dos de conexas).

En 1978, con la primera huelga en el sector del curtido, nuestra sufrida industria vuelve a pasar momentos de auténtico pánico, aunque al final se aprobó una rebaja arancelaria de las pieles del 50%, que llegaba tarde; a ello se unen nuevas tasas aduaneras en EE.UU. (que pasan del 0,91% al 2,27% y las tasas compensatorias del 1,30 al 1,90%). Muchos empresarios eldenses mantienen una actitud de rebeldía ante la Seguridad Social y dejan de ingresar las cuotas empresariales, planteando nuevos y serios reveses para la industria local.

En 1980 los trabajadores de FICIA recurren a la huelga ante la situación de incertidumbre por la que atraviesan, con varios incidentes entre UGT y el equipo dirigente de FICIA. Mientras, se inauguraba la primera Feria de Madrid, en el Hotel Meliá, con muy pocos expositores de Elda, pero con gran éxito de público: era el final de Elda como sede ferial única del calzado. Un acuerdo entre Valiente (presidente de FICE) y Obrador (de FICIA) permitió realizar nuevas ferias en Madrid de la mano de FICIA; pero el desacuerdo en el seno de FICE hace que, a través de IFEMA, se convoque unilateralmente otra muestra en Madrid y se reactive la guerra de las ferias. La desautorización de una feria en Madrid es achacada a Roque Calpena, por su calidad de senador, por lo que FICE solicitó su dimisión; al mismo tiempo se plantea la dimisión de la Asociación de Fabricantes de Elda, en desacuerdo con FICE Madrid. Finalmente la feria madrileña se realizó, esfumándose las esperanzas de recuperar el protagonismo de Elda, pese a la movilización general. Se empieza a barajar la posibilidad de crear un pabellón ferial en Alicante. Todos se movilizan y el Ayuntamiento de Elda recibe la propuesta de un comité ciudadano en defensa de la FICIA.

Mientras tanto la situación de la industria eldense obligó a medidas con carácter inmediato: abaratar los costes de fabricación, reducir aranceles de pieles y maquinaria, incentivar la financiación, buscar nuevas vías de comercialización y mejorar la calidad y el diseño por encima de cualquier otro parámetro. Además, el Mercado Común quería imponer tasas arancelarias a los zapatos de España, Rumania y Checoslovaquia; esta medida proteccionista suponía una amenaza para los fabricantes de Elda, por el mayor precio de su calzado. Se planteó un polígono de Preferente Calificación Industrial que ayudase a la diversificación de la industria zapatera local.

Los años setenta supusieron una crisis de grandes proporciones para la industria eldense, posiblemente la mayor de todo el siglo XX. Es cierto que se incrementó la exportación de calzado y la mecanización de la industria; pero también que la limitación de créditos que impuso la banca española a las empresas acabó por asfixiar a las más débiles de nuestra ciudad, que la saturación del mercado nacional se hizo evidente, que la falta de calidad de algunas fábricas y la imprecisión de algunos servicios frenaron la escalada de ventas al mercado americano, que se incrementaron el proteccionismo y las restricciones; los paros temporales y los cierres definitivos fueron inevitables, aunque en años sucesivos se recuperaron las ventas a EE.UU. y se fortaleció el mercado europeo, permitiendo mejorar la situación. Sin embargo, el enfrentamiento entre instituciones del sector obligó, en la década siguiente, a la desaparición de la Feria de Elda.

Elda, ciudad de servicios

El calzado siguió siendo la actividad económica fundamental de Elda durante los años sesenta y setenta, pero los servicios fueron incrementando su participación tanto en ingresos como en empleo, especialmente entre los más jóvenes, las mujeres y las personas de mayor nivel académico. Mientras tanto, el retroceso de las actividades agrarias llegó a ser casi absoluto y la construcción siempre se relacionó con el crecimiento demográfico y la evolución de la industria.

Muy avanzados los años sesenta, la ciudad añoraba una huerta que reforzase la economía local y fuese capaz de generar empleo. El Grupo Sindical de Colonización, creado en 1951, trató de mejorar el abastecimiento de agua para el regadío y solicitó créditos para ello, como el concedido por la Caja de Ahorros de Novelda; en 1967 se puso en marcha el último tramo para la traída de aguas de Villena para el riego de la huerta, con un caudal de 120 litros por segundo.

También el municipio buscaba solucionar el problema del agua potable domiciliaria; en marzo de 1963 se consiguió gracias a la llegada del agua de los pozos de Salinas a un depósito de 2.800 litros en el llano de San Crispín, que permitirá incluso abastecer a todos los pisos de los edificios altos que se construían, junto con el depósito existente en el Alto de San Miguel, quedaría completado el abastecimiento de agua a Elda con la puesta en marcha en el año 1.979 de un depósito en el paraje de la “Casa Cortés”, en término de Petrer. En cuanto a otros problemas relacionados con el agua, en la década de los sesenta ya se inició el expediente de canalización del Vinalopó que permitiría, además, rescatar unos espacios que se habían convertido en almacén de desechos, plástico y suciedad; sin embargo, no se lograría hasta muchos años después, con un proyecto iniciado en 1976. La depuración de las aguas y la construcción de la red de alcantarillado también fue tarea de décadas, culminada conjuntamente para Elda y Petrer con la construcción de una depuradora a finales de los setenta.

El trabajo en la construcción, que en Elda supuso la llegada de numerosos inmigrantes y el trabajo temporal de cuadrillas forasteras, se centró tanto en el aumento de la obra pública como en la edificación de nuevas viviendas y fábricas. La apertura de la calle Dahellos, nuevos barrios como el de Luis Batllés, las Trescientas, San Francisco o Almafrá, junto con el levantamiento en el centro de la ciudad de grandes edificios singulares como los denominados Elda, Monumental, Dos de Mayo, Ernes o San Cristóbal, supusieron una ingente cantidad de trabajo para este importante sector económico, que también construyó numerosos espacios fabriles en aquellos años.

La construcción del estado del bienestar

El desarrollo de servicios ligados a la educación, la sanidad y la cultura, notable en la Elda de aquellos años, supuso también la consolidación de importantes sectores laborales en la ciudad.

La generalización de la enseñanza a todos los niveles estuvo acompañada de un incremento notable del empleo vinculado a la educación. Durante estos años surgieron nuevos centros de la enseñanza primaria, con construcción tanto de colegios públicos –Virgen de la Salud, Seráfico, aulas en San Francisco y las Trescientas...- como privados –el Santa Teresa de las Hermanas Carmelitas, o la Sagrada Familia, regida bastante tiempo por los Jesuitas, aunque construido gracias a la iniciativa de la Asociación de Padres de Familia, además de algunas academias menores-, que ayudaron a paliar el fuerte déficit de plazas escolares que se padecía. La educación secundaria surgió también en esta época, aunque algunas iniciativas particulares paliaban en parte las insuficiencias; fue fundamental la inauguración del I.N.E.M. “Azorín”, concedido conjuntamente a Elda y Petrel, capaz de impartir bachillerato completo, al que se unió al año siguiente la Escuela de Maestría Industrial de la Melva, que impartía formación profesional; a finales de los setenta, la oferta pública se acrecentó con la Escuela Sindical de Formación Profesional de La Torreta –un enorme edificio que preveía hasta residencia de estudiantes para alumnos llegados de todo el país- y el nuevo instituto “El Monastil”.

También surgieron algunas iniciativas de carácter universitario o equivalente, como el Instituto de Ciencias Sociales “Ramiro Ledesma”, la primera escuela de graduados sociales de la provincia y origen de la actual Escuela de Relaciones Laborales, que comenzó a impartir clase en 1962. También, a finales de los setenta, se instala una sede permanente del centro regional de la UNED de Elche, dedicada inicialmente a información y matrícula; mientras, se iniciaban las gestiones para crear una Escuela Oficial de Música. Una década antes, en el centro Sagrada Familia, se creó una Escuela de Mandos Intermedios para técnicos y administrativos, dirigido a los trabajadores de la comarca.

En cuanto a iniciativas de carácter cultural, de todo tipo, que tuvieron mucho mayor impacto cualitativo en el tejido social de la ciudad aunque no tantas posibilidades laborales, cabría destacar la puesta en marcha de salas de exposiciones –como el aula cultural de la Caja de Ahorros del Sureste, de 1960, la sala de arte de la Caja de Ahorros Provincial de Alicante o la sala de arte Sorolla, una iniciativa particular en 1974- y el nacimiento de numerosos cines, algunos de ellos como el Rex y el Lis, vinculados a distintas actividades culturales, como la proyección de filmes de arte y ensayo o la celebración de reuniones diversas; otros cines de Petrer, como el Goya, el Aguado o el Capri, situados junto al límite con Elda, muy lejos del centro urbano vecino, surgieron también gracias a la expansión urbana del área de La Frontera. Nacieron o se desarrollaron entidades que fomentaron la vida social local, como el Centro Excursionista Eldense –que en su Ciudad Deportiva creó uno de los centros deportivos mayores de la provincia-, un Club de Campo que incentivó la práctica de deportes como el tenis o el frontón o un Moto Club, que acabó vinculado a actividades internas de sus socios. Durante algunos años, desde 1959 a 1964, funcionó la emisora Radio Elda, vinculada a la parroquia de la Inmaculada. Se incrementaron también los espacios deportivos, especialmente con la construcción del estadio municipal, y los templos religiosos, con cuatro parroquias católicas y los primeros locales de otras confesiones.

La sanidad también se convirtió en un nuevo sector de creciente peso económico, incrementándose con fuerza el empleo y mejorándose muchas de las insuficiencias en el servicio. La atención primaria pública, surgida en los pequeños ambulatorios de las calles Porvenir y de los Gíles, dieron paso al nuevo ambulatorio de la Seguridad Social de la calle Padre Manjón, de cinco plantas, inaugurado en 1966; en 1976 ya se anunció la construcción de nuevos ambulatorios tanto en Elda como en Petrel. También el viejo hospital municipal, regentado por las Hermanas Carmelitas, aunque continuó siendo claramente insuficiente, fue mejorado con una sala de partos, la que se llamó Sanatorio Quirúrgico Maternal, realizándose llamamientos a la ciudadanía para acudir al mismo, en una ciudad donde hasta los años sesenta lo habitual era que los bebés naciesen en casa, con asistencia de comadrona y médico de cabecera. Hasta surgieron clínicas privadas, como la “Virgen de la Salud”, que disponía de múltiples servicios y moderno material. Hubo que esperar a finales de los años setenta para poder disponer de un servicio permanente de urgencias para Elda-Petrer o para contar con un centro de atención a disminuidos psíquicos que, construido de forma mancomunada por varios municipios, fue inaugurado en febrero de 1979. Por supuesto, tanto para la asistencia sanitaria comarcal como para las posibilidades de empleo en el sector fue decisiva la construcción del Hospital General de Elda, solicitado reiteradamente desde todos los ámbitos desde mucho tiempo atrás, aprobado como residencia comarcal de la Seguridad Social en 1975 e inaugurado en la década de los ochenta. Como avance de las posibilidades laborales que años después propiciarán los servicios geriátricos, a finales de 1973 fue inaugurado el Hogar del Pensionista, subvencionado por el Ministerio de Trabajo.

Hacia una sociedad de servicios diversificados

Junto a los propiciados por el desarrollo del estado del bienestar, otros muchos servicios de todo tipo incrementaron su presencia en la ciudad y permitieron la diversificación laboral de sus habitantes. Dada la imposibilidad de extendernos en todos ellos, nos centraremos en los de comercio y finanzas, comunicaciones o administración.

El desarrollo bancario fue indudable en las décadas de los sesenta y setenta. Es cierto que 1961 supuso la desaparición del Banco de Elda, esa prestigiosa firma bancaria que tanta ayuda prestó al industrial y al comerciante de Elda y de Petrel y produjo beneficios para el buen nombre de la ciudad y de la comarca; el Banco de Elda, fundado en 1932 por el entusiasmo de un grupo de eldenses, ya había sido absorbido por otra entidad bancaria, la Banca Úbeda, que tuvo la deferencia de mantener el nombre de Elda vinculado al Banco; sin embargo, la nueva entidad compradora, el madrileño Banco Central, lo convirtió en su sucursal eldense. Cada vez fueron más los bancos y cajas de ahorro que inauguraron sucursal en Elda; algunos, como el Banco Español de Crédito o el Central trasladaron sus nuevas sedes a edificios más amplios, lejos de la Calle Nueva, que había sido durante bastante tiempo el centro financiero de la ciudad.

También abandonaron la Calle Nueva las oficinas de Correos y Telégrafos, que en abril de 1968 se ubican conjuntamente en un moderno edificio de la calle Dahellos. Es un avance más en la modernización del sector de las comunicaciones en Elda. Tal vez, fuese Telefónica el mejor ejemplo de ello; hasta 1964, cuando se inaugura la nueva central telefónica automática, era necesaria la permanente llamada a la operadora para conectar con el número deseado, o esperar horas en el locutorio para hablar con alguien que resida fuera de la ciudad; aún hubo que esperar a 1969 para integrar el servicio en la red automática general. En cuanto a las comunicaciones por carretera, el crecimiento imparable del parque automovilístico eldense ofreció empleo abundante en los numerosos talleres y negocios vinculados al mundo del motor; por supuesto, dificultó gravemente el tráfico en una ciudad donde, ya en julio de 1958, una curiosa nota de alcaldía obligaba a “a partir de este mes, aparcar los vehículos en las calles de una sola dirección en el lado de la sombra”, quien sabe si obligando a cambiarlos a lo largo del día o planteando dudas a los conductores en días nublados. También el servicio de transporte urbano, surgido en 1957 y desempeñado inicialmente por La Noveldense S.A., incrementaba el número de líneas. Aspectos importantes para la economía eldense y para la vida cotidiana de sus habitantes fueron la puesta en marcha de la aviación comercial en Alicante en 1966 –necesaria también para el buen funcionamiento de FICIA-, la mejora y aumento del número de puentes sobre el Vinalopó y, más aún, la desviación de la carretera de Madrid a Alicante por detrás del núcleo urbano de Petrer, que eliminó en gran medida el paso de vehículos por el centro de la ciudad, aunque el Ayuntamiento discrepó con el trazado propuesto.

El comercio local también se fue desarrollando y transformando en estos años. Desaparecieron algunas viejas costumbres, como el reparto domiciliario de leche por parte de las vaquerías próximas a la ciudad, que se mantuvo hasta 1971. En cuanto a la modernización comercial, uno de los puntos fundamentales fue el proyecto de construcción del nuevo Mercado Central, presentado en 1975, sobre el solar del entonces existente y de la lonja contigua, lo que generó una polémica que se acrecentó incluso pasada su inauguración casi una década después; años atrás, en 1970, había sido inaugurado el nuevo mercado de San Francisco de Sales, que diversificó la oferta y permitió a los residentes de aquel área evitar las incomodidades del desplazamiento al centro. También fue cerrado el viejo matadero, que por su antigüedad no reunía las condiciones higiénicas ni de trabajo para su cometido, tomándose en 1980 el acuerdo de construir uno nuevo; aunque su ubicación no se había planteado, años después se situaría en el Polígono Industrial de Campo Alto. Fruto del trabajo de muchos años y del aumento de establecimientos de la ciudad, en abril de 1977 se formó la Asociación de Comerciantes de Elda y Comarca.

En relación con el desarrollo de los servicios ligados a la administración, fue creciendo en la ciudad el número de funcionarios locales o estatales. En ello influyeron aspectos como la conversión de la ciudad en cabeza de partido en 1965 –absorbiendo a los anteriormente situados en Novelda y Monovar- y la construcción de los Juzgados de Elda, en un solar de la calle San Francisco donde estuvo muchos años ubicado el centro social de la Sección Femenina de Falange; también la capitalidad de la zona recaudatoria de Hacienda en la comarca en 1968 y la concesión un año después de la cabecera de zona para recaudación de contribuciones. Asimismo, el establecimiento en la ciudad de la Policía Nacional, primero en Ortega y Gasset y después junto al cuartel de la Guardia Civil, en un edificio cuya construcción fue aprobada en 1978. Finalmente, en una comarca con gran cantidad de fábricas y talleres que aumentan el riesgo de incendio y requieren una mayor dotación, en 1964 se creó un parque comarcal de bomberos, con vehículos y personal suficiente para las posibilidades de la época, que a finales de abril de 1980 se trasladó a otro nuevo edificio, entre el antiguo hospital y el cementerio, con mayores medios y personal.

En esencia, la Elda de los sesenta y setenta, una época dorada de la industria del calzado, se fue transformando poco a poco en una ciudad en la que el desarrollo de los servicios diversificó tanto la economía como el empleo.

No hay comentarios: