Cualquiera que haya leído sobre Elda lo que algunos
historiadores locales han escrito, como Lamberto
Amat y Sempere, en sus libros facsímil de 1873 y 1875, o Alberto Navarro Pastor, con su Historia
de Elda, entre otros, podrán comprobar la sobresaliente evolución de un pueblo
en permanente desarrollo.
La obra de Lamberto Amat, "Elda, su antigüedad, historia", es un maravilloso
relato, casi un diario, de una villa que crecía en pleno siglo XVIII; la
descripción que en ella se hace de determinados monumentos del pueblo, entre
ellos su Iglesia, da pie a que se pueda seguir ahondando en detalles que deben
ser conocidos por los eldenses, ya que en algunos de ellos se habla de
auténticas joyas (hoy desaparecidas) con las que contaba el municipio en
aquellos años.
Altar Mayor
de la Iglesia de Santa Ana
Mis recuerdos, desde muy pequeño, han ido ligados a muchos
acontecimientos de esta noble y próspera ciudad; mi padre me describía con
mucho detalle algunas cosas que no podía observar físicamente porque habían
desaparecido; entre ellas el Convento de Franciscanos, el antiguo Hospital o la
destruida Iglesia Parroquial de Santa Ana.
Sobre esta última la recorría mentalmente, casi siguiendo cada rincón de
sus altares y naves; mi padre, desde muy joven, adoraba a su tío que era el
presbítero de la Iglesia de Santa Ana y que se llamaba José María Amat Gras (1863 - 1941)
(de ahí viene mi nombre de pila), era hijo de Matías Amat Amorós y Maria
Gras Crespo, en los últimos años de su vida, ese venerable anciano acudía a
su Iglesia para decir la primera misa del alba, sobre la 6,30 de la mañana como
era costumbre, y muchos días le acompañaba mi padre, él me transmitía la gran
satisfacción que experimentaba acompañar a su tío muy anciano y, especialmente
, con motivo de las Fiestas Mayores, colaborar en el encendido de las miles de
velitas que rodeaban las balaustradas de los altares (una operación que
repetiría desde que recordaba tener uso de razón) y de forma especial en las
misas solemnes del día de la Virgen o del día del Cristo.
José María Amat Gras. Presbítero de Santa Ana
Padrón de vecinos del año 1875
Evidentemente yo no conocí la antigua Iglesia de Santa Ana,
pero siempre he recordado como un ejemplo de perseverancia, el insistente
trabajo que realizó su primer párroco en la reconstrucción, José María Amat Martínez, que aunque
también tenía el mismo nombre y primer apellido que aquel tío de mi padre, no tenían parentesco alguno, aquel cura, Amat
Gras, falleció en el año 1941; pero a vueltas con ese trabajo de reconstrucción
desde mis recuerdos de niño oía en cada misa de once (esa era la misa de los
niños) la cantinela de siempre...."la
campaña de la loseta de mármol" por ejemplo, con la publicación en un
panel en la propia parroquia, de las personas que se suscribían y donaban las
cantidades en pesetas para la reconstrucción, después sería el pintado de las
paredes, los altares....y especialmente los de los Santos Patronos.
Pero volvamos atrás...., ya he dicho que aquel anciano
sacerdote, José María Amat Gras, falleció dos años después de acabada la guerra
civil y tras los desmanes que cometían las turbas enloquecidas con ansias de
venganza e ira incontenible, especialmente hacia la Iglesia Católica, hasta el
punto de cometer auténticas locuras (que en nuestra mentalidad del siglo XXI es
difícil poder comprender) especialmente con curas, monjas o personas
significadas por su entrega a la Iglesia, quemando Templos y Conventos ..... y
Elda no fue una excepción.
En Elda fueron
asesinados casi todos los sacerdotes y muchas personas que se habían
significado por sus ideas religiosas, además de otras que fueron producto de
venganzas o persecuciones personales.
¿Cómo fue posible que un cura de Santa Ana, que siempre vistió sotana, fuera
respetado en aquellos días? , la respuesta me vino por casualidad muchos años
después.
A pesar de la
diferencia de edad, tuve un amigo que casi me duplicaba en años pero era un
gran conversador y una persona de una especial talla humana, y sin saber de su
pasado me gustaba hablar con él y pasear, en los últimos años de su vida, por
el entorno de la calle José María Pemán que era el lugar en el que tenía mi
trabajo; aquel amigo se llamaba Andrés
Lloret Martí, era un intelectual, un poeta y para mí, un hombre muy
equilibrado que con argumentos rebatía ideas y defendía criterios.
Cuando un grupo de amigos nos hicimos cargo de la directiva del Club de Campo, creamos un fondo editorial para
publicar obras de escritores que relatasen, en prosa o en verso, temas
relacionados con Elda o que aportasen valores literarios desde esta ciudad, así
conocí a Lloret; se publicó un poemario llamado "Rama de laurel" . Un buen día Andrés me contó un pasaje
de su vida de la que se sentía orgulloso (y no era para menos), recordando mi
nombre y primer apellido, me confesó que él conoció a un anciano sacerdote de
igual nombre (debo aclarar que Lloret desconocía mi procedencia hasta ese
momento), su relato me emocionó. En aquellos días inmediatamente anteriores a
la guerra civil, habían individuos
exaltados que ayudados con otros que recorrían los pueblos, se dedicaba
a dar lo que llamaban "paseos" y que no era otra cosa que sacar de
sus casas a personas inocentes y arrastrarlas hasta dejarlas muertas junto a
las cunetas de cualquier carretera y, en la mayoría de casos, solo por sus
creencias religiosas o por haber servido a la Iglesia..... allí, en una de esas
algarabías, alguien se acordó del único sacerdote que seguía vivo en Elda, "D. José María el vicario",
como se le llamaba, y esas gentes enardecidas y alentadas por el odio, el
rencor y la inconsciencia, decidieron encaminar sus pasos a la casa del
sacerdote que esperaba vestido con su sotana habitual, sentado en una silla en
el hall de entrada, la llegada de aquellos que le iban a martirizar...., pero
Andrés que era un joven perteneciente a las juventudes socialistas, que con muy
pocos años idealizada los conceptos de libertad y justicia en la adecuada
dimensión, corrió por las calles del casco antiguo de la ciudad para situarse
en la misma puerta de la casa del cura y cuando llegaron aquellos coléricos
criminales, les advirtió que ese hombre era una persona ejemplar y nadie debía
tocarlo a no ser que antes lo eliminasen a él; eso le valió al sacerdote salvar
la vida. Este relato lo conté a mi madre en casa y, aunque ella había oído algo
sobre las personas que intervinieron en salvar al tío de mi padre, no conocía
con detalle el desarrollo de los acontecimientos, sabía que hubo algunos gestos
heroicos como el que estoy narrando.
Como es natural, mi respeto y admiración
por Andrés Lloret se incrementó y a
partir de ese momento, con un
sentimiento de gratitud, pero sobre todo porque efectivamente estaba ante una
persona que merecía ser escuchado.
Pero los desmanes siguieron y le tocó el turno a la Iglesia
de Santa Ana, interiormente una joya barroca, que se había construido en el año
1528, sobre las bases de una antigua mezquita y en la que habían intervenido
muchos fieles con aportación de recursos y que contenía tallas de gran valor y
pinturas que, por su calidad, han pasado a la historia de la pintura
valenciana, entre ellas tablas que decoraban las paredes de la capilla de la
Virgen del Rosario (antesala de la capilla de la Virgen de la Salud) y que
databan del siglo XVI .
Según Lamberto Amat, en el año 1747 se procedió a una
ampliación del templo de Santa Ana, con la colocación de la primera piedra en
los terrenos que ocuparía la capilla de la Virgen de la Salud, se trataba de un
acto solemne en con el clero en procesión y asistencia del Ayuntamiento y el
alcalde José Linares a la cabeza.
Las obras se acabaron el 3 de Septiembre de 1757, con remodelación de la
fachada y la colocación de estatuas "vaciadas
en piedra extraída de Bateig"; este libro escrito por Lamberto Amat,
me da pie para investigar en los artistas que intervinieron en dar realce y
belleza a la desparecida Iglesia de Santa Ana, en un periodo anterior a 1936.
Entre los diferentes artistas , había una escultura de la
Virgen hecha por el escultor y restaurador oriolano Antonio Perales , hermano del también ensamblador y maestro
tallista Jacinto Perales, que
intervino en la creación de varios retablos y esculturas que se encuentran
todavía en muchos templos de España, entre ellas destaca la portada de la Iglesia
de Santiago en Orihuela, de estilo barroco dividido en dos cuerpos con columnas
salomónicas, adornos florales y cariátides, obras de indudable valor artístico;
las estatuas de un ángel y las de San Joaquín y Santa Ana, realizadas por otro
escultor, Ignacio Esteban Díaz, que
era un artista consagrado en el siglo XVIII y que sus esculturas han destacado
en el arte religioso, como "El
retablo de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña", de la iglesia de
Santiago de Orihuela; Francisco Mira, perdiéndose también varias tablas del pintor Cristóbal Llorens que decoraban la
Capilla de la Virgen del Rosario;
Sagrada Familia de la Virgen
la
quema por el fuego de esculturas y tallas de otro gran imaginero de la época
como fue Jerónimo Esteve Bonet,
cuyas obras son apreciadas y conservadas en Museos e Iglesias; además de
intervenir diferentes artistas en el dorado de los altares como Francisco Tormo cuya fama era conocida
por la forma en que doraba los tronos o los retablos en algunos templos,
también en los tronos de pasos para procesionar en la Semana Santa; el manto de
la Virgen que fue adquirido a uno de los talleres especializados de la época y
que regentaba Pedro Juan Begerot,
como es natural en aquellos tiempos, totalmente hecho a mano con hilos de oro y
plata formando los bordados típicos de este tipo de mantos; las puertas de la
capilla de la Virgen que fueron esculpidas por el escultor Francisco Esteban, con una belleza en sus tallas que demuestran la
valía artística de este famoso tallista; además de lámparas de plata hechas por
el maestro orfebre Antonio Martínez,
también de Orihuela y que trabajó en múltiples trabajos de orfebrería
religiosa, en casi toda España . Los artistas que hemos nombrado, han pasado a
la historia como ejemplo del arte del siglo XVIII y principios del XIX y sus
obras se conservan en Museos y, especialmente, en Iglesias de muchas ciudades
españolas, pinturas, tallas y decoraciones que, en nuestro caso, desaparecieron
para siempre.
Capilla de la Inmaculada: Callosa del Segura
también se
realizó un magnífico retablo con altar de madera en la capilla de la Virgen,
obra del imaginero
Bajo la cúpula, en las columnas del crucero, se colocaron
cuatro grandes oleos que representaban a los Doctores de la Iglesia y cuyo
autor fue Fray Antonio Villanueva (1714-1785), además de otros dos
lienzos, uno de la Virgen y otro de San José situados en la capilla a los lados
del altar, ambos pintados por el mismo artista, que por su gran calidad es
recordado y admirado en todo el país.
Cúpula de las Iglesia de Beniel
Antonio de Villanueva fue merecedor de
honores en su vida como pintor, arquitecto y escultor, nacido en Lorca el 30 de
Agosto de 1714, pintor del último
barroco español, más conocido quizás fuera que dentro de Murcia, siendo hijo de
un reputado tallista oriolano, Laureano
Villanueva, que le dio una educación académica basada en la filosofía y la
gramática. Pero a pesar de sus estudios Villanueva tenía una especial
dedicación al dibujo. Sus estudios artísticos se inclinaron primeramente por la
arquitectura y la pintura, mientras seguía avanzando en su segunda vocación, la
religiosa junto a la orden franciscana. Fue trasladado, tras haber profesado y
haberse ordenado sacerdote, al convento valenciano de San Francisco donde
perfeccionó su técnica y trabajó en numerosas obras para el cenobio, pintando
cuadros para el claustro, la iglesia, el retablo, el altar mayor, la capilla de
la Orden tercera y una representación histórica del capítulo general de la
Orden franciscana en el mismo convento en 1768. Fueron entonces muy variados
los encargos que llegó a realizar, para Aguasaltas, un San Francisco para su
retablo mayor, una Porciúncula (pequeña Iglesia donde empezó el movimiento
franciscano) para la iglesia de Busto, los frescos del camarín de los
franciscanos de Hellín, la vida de San Francisco en varios lienzos para
Requena, 36 lienzos para las monjas franciscanas de Onteniente, otro cuadro del
Santo Patrón para el convento de Alicante, varias obras para el
Convento-Iglesia de San Juan de la Penitencia de Orihuela, a él se deben las
pinturas del presbiterio, realizadas en 1780, los esgrafiados decorativos y,
probablemente, la traza misma del convento y de la iglesia actual (1).
Monasterio de San Juan, frescos de Villanueva.
El lienzo pintado y
que representa la Sagrada Familia de la Virgen y está situado en el bocaporte
de la hornacina central del retablo dedicado a la Sagrada Familia en la Iglesia
de Santiago de Orihuela (Monumento Nacional).
El retablo de la
Capilla Mayor, desafortunadamente perdido, también fue obra suya, hacia 1759.
etc. A pesar de la pérdida de algunas de sus obras en distintos episodios
históricos, el salón de sesiones del actual ayuntamiento de Elche conserva una
Asunción pintada por Villanueva en 1747, con un gran efecto cromático y en el
que están representados, ángeles, obispos, beatos, fieles y la Virgen en su
Asunción a los cielos; y en Murcia, la
cúpula mayor de San Bartolomé de Beniel,
muestra también la decoración realizada por el artista a mediados del
XVIII.
La cúpula del camarín de Nuestro Padre Jesús de la Iglesia
de Santa Ana de Orihuela, y la capilla de la Inmaculada de Callosa del Segura
que precisamente han sido objeto, recientemente, de una profunda restauración.
La academia de San Carlos lo nombró socio de mérito en
octubre de 1768, y aún se conserva en ella un cuadro, "Las Tres Nobles Artes". Su celda conventual siempre
estuvo abierta para los principiantes y estudiantes que buscaron en fray
Antonio a un maestro ya consagrado, dirigió la Escuela de dibujo de Requena
hasta que falleció el 27 de noviembre de 1785.
Alegoría de las Tres Nobles Artes
En el mural Fray Antonio de Villanueva realiza un tipo de pintura
fresca y suelta de un gran efecto; realizaba un boceto a carbón sin grandes
detalles, pintando sobre el blanco inmaculado del yeso, realiza los detalles
valiéndose de tierra roja aplicada a pincel (sinopia); en las túnicas de los
ángeles y santos emplea cinco colores: ocre, almagra, azul, rojo y verde,
usando la gama de origen mineral, cálida y derivados de óxido de hierro; las
alas y las nubes las trabajaba con añadidos de negro y tonos ocres a modo de
molduras, consiguiendo las luces con el empleo del yeso (la actual tiza); suele
emplear el negro a modo de veladura con el gris al fondo; con esta forma de
pintar consigue una gran calidad que resalta y aumenta el efecto cromático; es
probable que el aglutinante de los colores empleados fuese a base de una cola
proteica. En este pintor hay que destacar el uso de oro en polvo, a modo de
pincelada en sus murales.
Fresco de la cúpula de la capilla de la Virgen del
Carmen de Orihuela.
Como dije anteriormente, la mayor parte de la antigua Iglesia
se sufragó con colectas populares, a base de entregas que se realizaban, bien a
la Iglesia misma o al Consistorio y como en aquellos años los medios económicos
de los habitantes de Elda eran escasos en su mayoría, se solicitaba cualquier
aportación en especies que después el Ayuntamiento o el cabildo lo entregaba a
cambio de la limosna para la Iglesia, de esta forma se entregaban desde
gallinas, pavos, conejos y demás animales de granja, hasta productos de la
cosecha, que se recogían en los lagares de vino o en las almazaras de aceite,
trigo, arroz, joyas, ropas y demás objetos que pudieran transformarse en dinero
y que contribuyese a pagar las deudas contraídas con los artistas que
realizaban los trabajos para la Iglesia de Santa Ana o para las capillas de los
Santos Patronos, y "lo hicieron
generosamente sin recompensa de ninguna clase. Las minuciosas y detalladas
cuentas, dan a conocer estas particularidades y de todas y cada una de las
partidas de entradas de fondos, parece que brota la expansión del entusiasta,
acrisolado y general sentimiento de los hijos de este pueblo por proporcional a
su común Madre, La Virgen de la Salud, una Capilla tan decorosa y digna, como
les fuera posible realizarla, cual merece y es debida a tan Santa Señora." .
Trece años después, en 1770, se colocaría la primera piedra
de la Capilla del santísimo Cristo del Buen Suceso, con la presencia del
alcalde Gerónimo Sempere y el cura
de la parroquia Bartolomé Payá.
El retablo del camarín del Cristo y las figuras, se
realizaron por el escultor Francisco
Mira, que en aquellos años realizaba imaginería para algunas Iglesias del
Obispado de Orihuela y entre ellas, la capilla de la Virgen del Remedio de la
Iglesia Arciprestal San Juan Bautista de Monóvar.
En la capilla del Cristo había unas preciosas pinturas al
oleo de "insuperable belleza",
según Amat y Sempere, que podrían pertenecer a la mano de una señora cuyo
nombre se desconocía, sin embargo algunos atribuían al nombrado Fray Antonio de
Villanueva, si bien y siempre según Lamberto, no era el estilo de este gran
pintor. Esta capilla al ser más pequeña que la destinada a la Virgen, también
tenía menos ornamentación.
En cuanto a la forma de sufragar los costes de la capilla
del Cristo, fueron exactamente igual a la de la Virgen, es decir, por
cuestación popular.
Pero la Iglesia destruida de Santa Ana, no era solamente los
altares de los Santos Patronos o los de la Virgen del Rosario, San Antonio, Santo Tomás y San Francisco de
Paula, que formaban la antesala del camarín de la Virgen de la Salud y que
concentraban la mayor parte de obras escultóricas, pictóricas y de orfebrería;
la riqueza patrimonial estaba también en el resto del recinto, con retablos en
el Altar Mayor o los altares de San Miguel y San Rafael; todo el lugar sagrado
era una meritoria obra barroca del siglo XVIII, que contenía obras de arte que
venían desde el siglo anterior y que pertenecían al trabajo de muchos artistas
de la época, algunos de ellos, como se ha dicho, de talla universal y que
realizaron obras de arte para muchos templos que, afortunadamente, conservan en
la actualidad.
Para acabar este corto recordatorio de la antigua Iglesia,
lo haré de la mano del sacerdote con el que inicié este escrito, José María
Amat Gras que, por circunstancias que en otra ocasión comentaremos, conoció y
entabló cierto lazo de amistad con un inspector de policía que se llamaba Aurelio Blasco López, destinado a Elda
y que lo asesinaron frente al bar Libory de Elda, en plena calle Jardines, por
un ladronzuelo al que unos vecinos habían denunciado por robo y al ir a
prenderlo sacó una pistola y disparó a "bocajarro"; pero volviendo al
tema, Aurelio Blasco vino destinado desde Valencia en los años previos al
inicio de la guerra civil y era nada menos que el único hijo varón de Aurelio Blasco Grajales, que fue uno de
los masones más representativos de la Comunidad Valenciana, en su despacho de
Valencia trabajó en su juventud Vicente
Blasco Ibáñez, era abogado republicano, diputado en las Cortes Generales y
presidente, desde 1885, del grupo de
librepensadores llamado "El
Independiente" y que en su reglamento se adherían a la Unión Española de la Liga Anticlerical de
Librepensadores; Aurelio Blasco López, que no se parecía a su padre, era
conocido en Elda por una persona tolerante y nadie sabía de sus ancestros
(salvo algunas personas), no era hombre de Iglesia pero respetaba, como hombre
liberal, las creencias de cada cual. El cura José María, era consciente de que
la Iglesia de Elda, que estaba cerrada desde hacía varias semanas, iba a ser
destruida o al menos profanada, pero ese cura no podía salir a la calle ya que
el alcalde de la época, Manuel Bellot, le recomendó expresamente
que no saliese de casa por ningún motivo para no dar pie a que cometiesen otra
barbarie. Por cercanías familiares
conoció a Aurelio y algunas veces conversaban sobre aspectos de la vida civil y
también religiosa, así que el sacerdote tenía una idea muy clara de cómo era
ese hombre.....un día le pidió un favor, puesto que era ajeno a cualquier
sospecha de estar vinculado a movimiento alguno relacionado con la Iglesia, le
solicitó su compañía para entrar en la Iglesia de Santa Ana y retirar las
Formas Consagradas que todavía estaban dentro del Sagrario, ante el temor
fundado de que la profanación llegase a realizarse de forma inminente, Aurelio
se brindó a acompañarle y un día a las seis de la mañana (antes del amanecer),
entraron en la Iglesia, recogieron las Hostias Consagradas y las trasladaron al
Hospital para que las monjas las consumieran y las custodiases.
Después de todos los desmanes y tropelías que se realizaron
en Elda y que culminaron con la quema de su única joya barroca del siglo XVIII,
se salvó lo más importante para los creyentes, con la certeza de que la
profanación en el Templo, no llegó a consumarse en lo más Sagrado que allí se
guardaba.
* Publicado en la revista "Fiestas Mayores 2013" Septiembre 2013.
* Publicado en la revista "Fiestas Mayores 2013" Septiembre 2013.
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